Una corte israelí estableció que las «Biblias de Damasco», contrabandeadas desde la capital siria en los años ’90 en medio de una operación digna de un filme de espionaje, se quedarán en la sede de la Biblioteca Nacional, en Jerusalén
Las Coronas de Damasco, como se conocen a estos textos, son en realidad manuscritos realizados durante la Edad Media en Europa, entre los siglos XIII y XV, al parecer en la ciudad española de Burgos, y que llegaron a la comunidad judía de la capital siria durante un trayecto que sigue siendo un misterio.
Lo que sí se sabe es que la mayor parte de la población judía de Siria escapó del país a causa de la persecución desatada tras la creación del estado de Israel, en 1948. Apenas un puñado de judíos permaneció en Damasco.
En los años ’90, el rabino Abraham Hamra, el último jefe de la comunidad judía de Damasco, fue parte de una operación de espionaje de la que tomaron parte también una activista canadiense y agentes del Mossad.
El objetivo era sacar esas Biblias -que la comunidad judía de Damasco atesoraba desde hacía siglos, y que casi nunca se mostraban en público-, para ponerlas a salvo en la Biblioteca Nacional de Israel.
Al parecer, el rabino Hamra entendió que los manuscritos del Antiguo Testamento permanecerían en la biblioteca solamente en custodia hasta que se pudiera eregir un museo dedicado a la historia judía en Damasco.
Años atrás, el rabino incluso afirmó que contaba con un terreno en Tel Aviv para construir el museo, aunque el edificio sigue sin siquiera empezar a diseñarse.
Por ello, Hamra decidió hacer juicio a la Biblioteca Nacional por la custodia de los manuscritos, a lo que la institución respondió con una contra-demanda en el 2014.
Ahora, el lunes último, la Corte de Distrito de Jerusalén dictaminó que los libros son «tesoros del pueblo judío» de «importancia histórica, religiosa y nacional», por lo que deben ser preservados por profesionales.
Para el tribunal de la capital israelí, la mejor manera de cuidar estos tesoros es mantenerlos en la Biblioteca Nacional bajo un fideicomiso público.
«El fideicomiso y sus condiciones tienen como objetivo garantizar ante todo la preservación de las Coronas de Damasco y su cuidado para el público, el pueblo judío y las generaciones futuras«, ordenó el tribunal.
Al comentar la noticia, la prensa israelí recordó que los detalles de la operación de espionaje que logró que las Coronas de Damasco llegaran desde la capital siria a Jerusalén permanecen bajo secreto y desconocidos por el público.
Según los pocos capítulos de esta verdadera novela que trascendieron, la activista que participó de la operación contó con la ayuda de un diplomático canadiense, quien habría sacado las Biblias de Damasco en una simple bolsa de plástico negra, como las que se utilizaban para hacer las compras.
Para su cuidado en lo que será ahora su hogar permanente, la corte estableció que los fideicomisarios incluirán miembros de la comunidad judía siria en Israel, representantes de la Biblioteca Nacional, el rabino jefe sefaradí, el presidente de la Universidad Hebrea y el rabino Hamra.