Es que uno de los principales nombres detrás del éxito de «Shtisel», la serie sobre una familia de judíos ultra-ortodoxos que conquistó el mundo a través de la plataforma de streaming Netflix, tuvo, en efecto, una experiencia hotelera en Estados Unidos
Por suerte para la televisión israelí, la pasión por el arte pudo más y, años más tarde, Arik Kneller volvió a Tel Aviv para fundar una de las agencias de representación de artistas más importantes del país.
La Kneller Artists Agency tiene ahora unos doscientos clientes, entre ellos los guionistas Yehonatan Indurksy y Ori Elon, los creadores de «Shtisel», y Noah Stollman, uno de los escritores del equipo de «Fauda».
«Tengo tanta suerte de trabajar con personas tan increíblemente talentosas», dijo Kneller durante una extensa entrevista con Deadline, una de las principales revistas de espectáculos norteamericanas.
El manager aseguró que existe «una explosión de voces realmente interesantes ahora en Israel», y confesó que la parte «más emocionante» de su trabajo es «cuando alguien viene y me cuenta una nueva idea para un proyecto que me deja boquiabierto».
Pero el camino de Kneller hacia la agencia que forma parte del auge de la televisión israelí tuvo varios desvíos y atajos.
«Siempre me atrajeron las buenas historias», aseguró Kneller
Según contó a Deadline, su padre «siempre tuvo un sueño, ser dueño de un pequeño motel en Estados Unidos». Así fue que, cuando Arik tenía apenas 15 años de edad, los Kneller cruzaron el Atlántico para probar su suerte.
«Encontramos un motel en Peekskill, en Westchester, en el estado de Nueva York, y mi familia y yo nos mudamos allí», relató . «Mis padres no sabían ni una palabra de inglés en ese momento, así que les dirigí el motel».
Durante su tiempo allí, el futuro manager estudió Artes en la Universidad Hofstra y en la New York University, en una época en la que recibía a menudo la visita a su prima, la famosa cantante y actriz israelí Talia Shapira.
«Fue Talia quien vio mi pasión y realmente me animó a seguir mi corazón» en el camino hacia el arte, le dijo Kneller a Deadline. Bajo la influencia de su prima, volvió a Israel a sus 28 años «para convertirme en su director de escena, y así fue como comencé en el negocio».
Arik pasaría luego a producir obras de teatro para Shapira, quien falleció en 1992, y un álbum del cantante Meir Ariel, trabajando en espacios creativos e independientes del ambiente artístico israelí.
«Me escapaba de todo lo que fuera convencional», afirmó, porque «siempre me atrajeron las buenas historias y muchas de las cosas en las que trabajé obtuvieron críticas muy buenas, pero no ganaron dinero», admitió.
Sin embargo, también le llegaría ese momento: con el lanzamiento en Israel de los primeros canales de cable, Kneller supo que era el momento de apostar por la televisión y abrió su agencia de talentos, en 1996.
Como su fuerte eran las «buenas historias», apuntó a un segmento hasta entonces poco cubierto, el de los guionistas.
«Había en ese momento algunas grandes agencias en Israel que representaban a cantantes y actores , pero no había un verdadero representante para escritores y directores«, recordó.
Durante años, en Israel, los guionistas pudieron «mirarse a sí mismos» a la hora de escribir
«Intuitivamente -dijo el manager-, sentí que ese grupo de personas eran el tipo de artistas que quería representar».
Desde 1996 a esta parte, la televisión israelí vivió una enorme transformación, pasando de producir programas muy localistas y noticieros a crear series de alto impacto mundial, en general gracias a historias escritas por artistas como los que representa Kneller.
Cuando la entrevistadora, Diana Lodderhose, quiso saber si, en 1996, soñaba este presente, Kneller respondió sin dudar.
«Si me hubieras preguntado hace veinte años si un programa como ‘Shtisel’, que está en hebreo e inglés y trata sobre una comunidad ortodoxa, se vendería a Netflix y obtendría críticas increíbles a nivel internacional, habría dicho que estabas loca«, resumió.
¿Y las razones del éxito? «Creo que como Israel fue durante mucho tiempo un mercado al que nadie miraba, los creadores fueron capaces de mirarse a sí mismos«, sin presiones del exterior, explicó.
Al no estar impulsados por la necesidad de «vender un proyecto», los guionistas -completó- fueron capaces de pensar qué historias querían contar y crear las historias que los apasionaban«, como ocurrió, entre otras, con «Shtisel» y «Fauda», parte fundamental del éxito de la televisión israelí.