El 24 de mayo del 2014, con una reunión en Amman con el rey de Jordania, Abdullah II, el papa Francisco arrancó una recordada visita a la Tierra Santa, que lo llevó también a Israel y los Territorios Palestinos y a caminar por Jerusalén y Belén, entre otros sitios históricos.
Ese mismo sábado, el jefe de la Iglesia católica celebró una multitudinaria misa en el Estadio Internacional de la capital jordana, donde aseguró que «la paz no se puede comprar, no se vende».
Según afirmó en aquella ocasión el papa, quien falleció este lunes en el Vaticano, a los 88 años, «la paz es un don que hemos de buscar con paciencia y construir ‘artesanalmente’ mediante pequeños y grandes gestos en nuestra vida cotidiana».
Esa ideal búsqueda de la paz, marcada también por una creciente actitud «progresista» de Jorge Bergoglio en sus últimos años de papado, es una de las claves para entender la actitud del pontífice hacia Israel.
Después del brutal ataque de Hamas contra el sur de Israel, que dejó 1.200 muertos y decenas de secuestrados que fueron arrastrados hasta Gaza, el papa condenó de manera clara la violencia islamista.
Pero con el paso de las semanas y los meses de guerra en Gaza, y aunque tuvo destacables gestos hacia los rehenes y sus familiares, Bergoglio comenzó a criticar las acciones de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) sobre el enclave palestino.
De hecho, en algún momento se alineó con sectores de izquierda furiosamente críticos del gobierno de Jerusalén y deslizó que debía analizarse si las FDI estaban cometiendo crímenes en Gaza.
Deseando la paz, en Belén
Diez años antes, la visita del papa Francisco I a Israel, Jordania y los Territorios Palestinos fue menos polémica pero también tuvo sus aristas controvertidas.

El domingo 25 de mayo del 2014, Francisco celebró la Eucaristía en la Plaza del Pesebre en Belén, en el lugar en que nació Jesús. Allí agradeció la presencia del presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, y se limitó a hablar de la niñez.
Pero ese mismo día, también en Belén, Francisco celebró la posibilidad de elevar una plegaria junto a Abbas y al entonces presidente de Israel, Shimon Peres.
«Todos deseamos la paz» y «muchas personas la construyen cada día con pequeños gestos», dijo el papa.
«Muchos sufren y soportan pacientemente la fatiga de intentar edificarla y todos tenemos el deber, especialmente los que están al servicio de sus pueblos, de ser instrumentos y constructores de la paz, sobre todo con la oración», agregó.
Francisco dijo aquella vez que «construir la paz es difícil, pero vivir sin ella es un tormento». Los hombres y mujeres «de esta tierra y del todo el mundo -completó- nos piden presentar a Dios sus anhelos de paz.
«El terrorismo es malo»
Ese mismo 25 de mayo, Bergoglio llegó al aeropuerto internacional de Tel Aviv y, frente al entonces primer ministro, Benjamin Netanyahu, hizo alusión a la polémica visión «internacionalista» sobre Jerusalén, la capital de Israel.
Jerusalén, describió Bergoglio, es una «ciudad de valor universal» cuyo nombre «significa ‘ciudad de la paz'». Según dijo el papa Francisco, «así la quiere Dios y así desean que sea todos los hombres de buena voluntad».
«Pero desgraciadamente esta ciudad padece todavía las consecuencias de largos conflictos -estimó el papa-. Todos sabemos que la necesidad de la paz es urgente, no sólo para Israel, sino para toda la región».

Cuando pasó el Yad Vashem, el museo que recuerda a las víctimas del Holocausto, Francisco arrancó su mensaje con una contudente frase: «quisiera, con mucha humildad, decir que el terrorismo es malo, es malo en su origen y es malo en sus resultados», aseveró.
El líder del Vaticano -quien también visitó el Muro de los Lamentos- abundó: el terrorismo «es malo porque nace del odio, es malo en sus resultados porque no construye, destruye». Y pidió que «nuestros pueblos comprendan que el camino del terrorismo no ayuda» porque «es fundamentalmente criminal».
«Rezo por todas esas víctimas, y por todas las víctimas del terrorismo en el mundo, por favor nunca más terrorismo, es una calle sin salida», dijo Bergoglio aquel 25 de mayo del 2014.
Los controvertidos comentarios sobre Jerusalén
Al día siguiente, el 26 de mayo, durante una conversación con la prensa a bordo del avión que lo llevaba de regreso al Vaticano, el papa Francisco volvió a referirse a la cuestión de Jerusalén.
«La Iglesia católica, el Vaticano, digamos, tiene su posición desde el punto de vista religioso: será la ciudad de la paz de las tres religiones», comenzó explicando «desde el punto de vista religioso», según remarcó.
Pero «las medidas concretas para la paz deben salir de la negociación» entre israelíes y palestinos, añadió Bergoglio algo menos de una década antes de que el ataque terrorista de Hamas del 7/10 hiciera estallar por los aires la situación política de la región.
El papa Francisco se expresó «de acuerdo» con que uno de los resultados de esas negociaciones fueran que Jerusalén «sea capital de un estado, del otro… Pero se trata de hipótesis. Yo no digo: ‘Debe ser así’, no, son hipótesis que ellos deben negociar».
«Creo que se debe emprender con honestidad, fraternidad, confianza mutua el camino de la negociación. Y allí se negocia todo: todo el territorio, también las relaciones». Esa, completó Bergoglio en una época muy distinta en la región, «es la única vía de la paz».