Casi treinta años después del atentado del 18 de julio de 1994, los escombros de la AMIA, la mutual judía de la Argentina destruida por una explosión terrorista que dejó ochenta y cinco muertos, serán parte de un parque de la memoria en Buenos Aires
De los restos del imponente edificio que concentraba los numerosos servicios sociales para los judíos de Argentina -desde las escuelas a los cementerios, pasando por sinagogas y bolsas de trabajo- se volvió a hablar en estos días cuando llega el aniversario número 28 del atentado.
El ataque -del que se considera responsable al grupo radical islámico Hezbollah, que tiene su base en el Líbano- sigue prácticamente impune, ya que no ninguno de los acusados iraníes ni de los presuntos cómplices locales está bajo arresto.
Año tras año, la comunidad judía de Argentina se concentra para recordar la trágica fecha y a las víctimas del ataque terrorista, que -además de los muertos- dejó más de trescientos heridos y una sociedad conmovida.
En sintonía con esa desolación por la falta de justicia, en la capital argentina se desarrolló a lo largo de los años una dramática pero silenciosa historia paralela, no ya de las personas afectadas sino de los escombros en los que se convirtió el querido edificio de la calle Pasteur, en el barrio de Balvanera (Once).

Un reciente reporte del diario La Nación confirmó que los restos de aquella torre estilo art decó de ocho plantas (un subsuelo, planta baja y seis pisos), inaugurada en 1945, serán parte, en cierta manera involuntaria, de un Parque de la Memoria.
El memorial estará ubicado en el lugar frente al Río de la Plata adonde, en medio de las urgencias para despejar la zona del ataque terrorista, se transportaron los escombros.
Los escombros están durmiendo desde hace décadas frente al Río de la Plata
La propuesta surgió en el 2017 por iniciativa conjunta del gobierno de la ciudad de Buenos Aires y la AMIA «para definir qué tipo de uso se le podía dar al lugar donde descansan toneladas de escombros cubiertos por un manto verde de césped y plantas que avanzaron naturalmente», señaló el diario.
En el artículo, el reportero Mauricio Giambartolomei recordó que los restos del edificio «estaban resguardados por la Justicia, que los preservaba como evidencia», que «fueron liberados hace cinco años» y que el espacio, cuya fecha de apertura apunta a junio del 2023, «será de uso público».
«Los restos del edificio pueden verse cerca del agua que baña la costa rioplatense», señala la nota.
«Hierros retorcidos entre bloques de hormigón y ladrillo se dejan ver en los pocos metros de playa de ese sector de la costa», añade.
UFI AMIA brindó información al gobierno sobre la situación del terreno donde volcaron escombros del edificio de Amia https://t.co/GnX9GCMdno pic.twitter.com/1PYVA9s45C
— Fiscales (@FiscalesGobAr) May 4, 2017
Según adelantó el periódico argentino, el proyecto prevé erigir a lo largo del terreno, de 3.285 metros cuadrados, ochenta y cinco «estacas verticales de acero con una lámpara en los extremos, en homenaje a cada una de las víctimas» y «una placa con los nombres de todos los fallecidos«.
También se instalará un pilar de metal de 20 metros de altura «que funcionará como un reloj solar y senderos y miradores que flotarán sobre el terreno», sobre las costas del río.
En un primer momento se podía ver rabinos «buscando partes de los cuerpos de las víctimas del atentado» entre los escombros
«Nos importaba mucho este lugar porque en su basamento estaba la memoria de lo que ocurrió, los escombros», le dijo a La Nación el director de arte y producción de AMIA, Elio Kapszuk.
«Queríamos que fuese un lugar de encuentro, además de recordación -agregó-. Así lo pedimos y lo fuimos trabajando mano a mano con el gobierno» de la ciudad capital de Argentina.

Sin embargo, antes de llegarse a este proyecto de memorial, los escombros de la AMIA recorrieron un triste camino de desidia y olvido, según señaló un reporte de julio del 2020 de la agencia Noticias Argentinas.
Tras la explosión del 18 de julio de 1994, relata en el artículo el periodista Pablo Tallón, la zona alrededor del 633 de la calle Pasteur «quedó plagada, no sólo de consternación y terror por las 85 muertes y los centenares de heridos, sino de escombros de lo que había sido la monumental sede» de la AMIA.
Trescientos camiones sacaron los escombros de la populosa zona afectada por la explosión
«Cemento, ladrillos, parquet, hierros, mármol e incluso restos humanos -añade- quedaron desparramados por calles y veredas».
Tallón cuenta que con el correr de las semanas y con aval judicial «unos 300 camiones se encargaron de remover todo lo que había quedado después de la explosión».
«El resultado físico del terror en aquel edificio -dice- fue arrojado en la Costanera, para ganarle terreno al Río de la Plata detrás de la Ciudad Universitaria», uno de los edificios icónicos de la Universidad de Buenos Aires.

El artículo rememora, además, que, «en un primer momento, era frecuente ver rabinos buscando partes de los cuerpos de las víctimas del atentado» entre los escombros y cumpliendo con las normas judías de respeto a las personas fallecidas.
También «se podían observar a miembros de la AMIA rastreando la zona para tratar de encontrar objetos que pudieran ser rescatados y conservados en la institución», en su nuevo edificio.
Entrevistado por Noticias Argentinas, el fotógrafo Marcelo Brodsky revivió el momento en que, durante una de sus recorridas por el lugar para retratar los escombros, encontró grandes trozos de granito de lo que había sido el frente del edificio, donde estaba grabada la sigla «AMIA».
«Yo fotografiaba todo, porque sabía que eso iba a desaparecer», dijo Brodsky, cuyo trabajo se puede ver haciendo click aquí.
Ahora, el memorial tratará, precisamente, que los escombros no «desaparezcan» sino que se reciclen en el nuevo monumento, y mientras se sigue esperando que actúe la Justicia.