Para el autor de este artículo, publicado poco antes de la masacre de Majdal Shams, donde un cohete lanzado desde territorio libanés mató a doce niños y adolescentes en las Alturas del Golan, en el norte de Israel, una guerra total con Hezbollah puede tener consecuencias imprevisibles para el país y la región.
Por Amin Saikal *
El Medio Oriente está al borde de una guerra regional que podría ser devastadora, y las hostilidades entre Israel y Hezbollah están alcanzando niveles extremadamente peligrosos.
Washington llevó a cabo una intensa diplomacia para persuadir a los protagonistas de que se aparten del abismo, pero hasta ahora sus esfuerzos no dieron resultado, dada su falta de suficiente influencia sobre ambas partes.
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Ahora se necesita urgentemente un gran acuerdo que involucre a Israel, Hezbollah y sus sostenedores externos para evitar una guerra regional.
Netanyahu pende de un hilo
La gestión de la guerra en Gaza por parte del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, envalentonó al grupo Hezbollah en el Líbano y a sus partidarios.
El fracaso de Israel en la consecución de sus dos principales objetivos en la guerra -destruir a Hamas y rescatar a los rehenes- dejó a Netanyahu aislado y debilitado.
Su continuación de operaciones de tierra arrasada en Gaza, sin ningún plan sobre cómo poner fin a la guerra o cómo gestionar el enclave después, puso en peligro su posición, así como la de Israel.
La mayoría de la población israelí quiere que deje el cargo. Se aferra al poder con un estrecho apoyo de los elementos extremistas de su gabinete y de la dirección de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).
Incluso está distanciado de sus partidarios judíos ultra-ortodoxos, quienes se niegan a servir en el ejército. Y Washington, que respaldó a Israel durante toda su vida, desconfía de él en gran medida.
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Los generales israelíes también expresaron su preocupación por la escasez de municiones y el agotamiento de las tropas en Gaza. Pidieron que se acepte un alto el fuego con Hamas, para que Israel pueda enfrentarse a Hezbollah de manera efectiva.
Pero el primer ministro se mantiene desafiante y acusó erróneamente a la administración Biden de retener el suministro de armas que podrían permitirle poner fin a la campaña de Gaza antes y centrarse en enfrentarse a Hezbollah.
El poder de Hezbollah
Sin duda, Hezbollah viene siendo una espina en el costado de Israel durante mucho tiempo. En su discurso ante la sesión conjunta del Congreso de Estados Unidos el 24 de julio, Netanyahu subrayó que luchar contra Hezbollah y su patrocinador, Irán, no sólo beneficia a Israel, sino también a Estados Unidos.
Israel intentó varias veces debilitar o destruir a Hezbollah desde que surgió como una importante fuerza política y paramilitar en el Líbano a principios de los años ’80. Sin embargo, sus esfuerzos, en particular su campaña militar del 2006, fracasaron.
La capacidad de supervivencia de Hezbollah aumentó su fuerza y la de Irán y sus otros afiliados, incluido Hamas, en la región.
Hoy en día, Hezbollah es el grupo militante subnacional más poderoso del mundo.
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Según se informa, cuenta con 100.000 combatientes curtidos en la batalla, un vasto arsenal de armas (incluidos misiles y drones avanzados) y un notable grado de fortaleza organizativa y apoyo de infraestructura.
Se trata de un elemento fundamental del «eje de resistencia» encabezado por Irán, predominantemente chiíta, cuyos miembros consideran el martirio un artículo de fe.
El presidente iraní recién elegido, Masoud Pezeshkian, que proviene de la facción reformista de la política de Teherán, reafirmó el apoyo inquebrantable a Hezbollah contra Israel como parte de su complejo de seguridad regional.
En caso de guerra, Hezbollah puede contar con que se le unirán miles de combatientes procedentes de Irán y otros países aliados, así como combatientes islámicos de fuera de la región.
Los talibanes, por ejemplo, ya prometieron enviar muchos combatientes de Afganistán para ayudar a Hezbollah.
Aunque Israel, Estados Unidos y muchos de sus aliados trataron a Hezbollah como una organización terrorista, la Liga Árabe decidió recientemente no etiquetar al grupo como tal, en vista de su creciente popularidad en el mundo árabe y musulmán.
Un gran acuerdo
Israel ya no es considerado la potencia dominante en la región. La guerra de Gaza y sus crecientes choques militares con Hezbollah, los hutíes yemeníes e Irán revelaron sus vulnerabilidades.
Puede que aún posea la potencia de fuego necesaria para arrasar Beirut de manera similar a como lo hizo en Gaza, pero necesitaría la intervención directa de Estados Unidos para salir de una guerra con Hezbollah con algún grado de resiliencia o bienestar.
Washington declara que mantiene su férreo compromiso con la seguridad de Israel, pero apoyar una guerra en el Líbano sería muy difícil para Estados Unidos, en particular en vista de una elección crucial en noviembre, cuando se conocerá al sucesor o sucesora de Biden.
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Eso probablemente desencadenaría el apoyo de Rusia, China y Corea del Norte a Irán y, por extensión, a Hezbollah y otros elementos del «eje de la resistencia».
En un gran acuerdo, Israel, Hezbollah y sus aliados externos tendrían que llegar a un acuerdo diplomático para crear zonas de seguridad mutuamente aceptables a ambos lados de la frontera entre Israel y el Líbano.
Para lograrlo, Israel y Hamas deben acordar primero un alto el fuego en Gaza y un intercambio de rehenes y prisioneros como base para una solución duradera de la cuestión palestina.
Netanyahu hasta ahora se resistió a ello. Teme que lo obligaría a dejar el cargo y podría acabar en prisión por cargos pendientes de soborno y fraude.
La historia del Medio Oriente demostró en repetidas ocasiones que los conflictos armados y las intervenciones externas nunca dieron como resultado la paz y la estabilidad, sino que, por el contrario, no hicieron más que agravar los problemas de la región.
La situación es explosiva y es necesario que prevalezca la calma para evitar que se agrave aún más.
* Profesor emérito de Estudios de Oriente Medio y Asia Central, Universidad Nacional Australiana / Publicado originalmente en The Conversation.