En la escalada del enfrentamiento con Hezbollah, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) prácticamente descabezaron a la dirigencia del grupo islamista, incluyendo a dos líderes señalados entre los responsables del domingo negro de los Marines estadounidenses en 1983 en Beirut.
Uno de ellos era Ibrahim Aqil, jefe de la fuerza Radwan, la unidad de operaciones especiales de Hezbollah: fue alcanzado el 20 de setiembre del 2024 por un «ataque preciso» de la Fuerza Aérea de Israel contra su escondite en Dahieh, un suburbio de la capital libanesa.
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El otro era el temible Fuad Shukr, uno de los máximos líderes militares de Hezbollah y considerado brazo derecho de su líder, Hassan Nasrallah.
Shukr, a quien se señaló responsable de la muerte de doce niños drusos en el norte de Israel por la explosión de un cohete lanzado por Hezbollah desde el sur del Líbano, murió también bajo el fuego de la aviación militar israelí el 30 de julio del 2024 en la misma zona de Beirut.
Ambos tenían una larga historia con Hezbollah, tan antigua que se remontaba a los orígenes de esta violenta organización chiita patrocinada por el régimen autocrático de Teherán.
Y, dentro de esa historia, compartían la presunta participación en los ataques del 23 de octubre de 1983, el domingo negro en que dos atacantes suicidas cargados con enormes cargas de explosivos en sus camionetas hicieron saltar por los aires el cuartel de los Marines en Beirut y la base de los paracaidistas franceses en el Líbano.
Antes, la embajada de EEUU en Beirut
Aqil (nacido en 1958, 1961 o 1962), señalaron las investigaciones de los servicios de inteligencia, fue un «miembro principal» de la célula terrorista que organizó el doble atentado, en el que murieron 241 militares de Estados Unidos, cincuenta y ocho de Francia y doce civiles.
También era buscado por su participación en la voladura de la embajada de Estados Unidos en la capital libanesa el 18 de abril de 1983, pocas semanas antes del ataque contra los Marines y que causó la muerte de sesenta y tres personas, incluyendo diecisiete estadounidenses.
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La organización Rewards for Justice, una oficina del Departamento de Estado norteamericano que ofrece recompensas por información sobre terroristas, todavía anuncia en su portal que entregará siete millones de dólares a quien permita capturar a Aqil.
Shukr, nacido en 1961 o 1962, «pasó toda su vida adulta ascendiendo en las filas de Hezbollah como agente terrorista, soldado y comandante», señalaba poco después de la muerte del líder islamista un reporte del think tank Washington Institute for Near East Policy.
Había sido miembro fundador de la Organización de la Jihad Islámica, el elemento de operaciones extranjeras del grupo, junto a figuras como Imad Mughniyah, Mustafa Badreddine y Talal Hamiyah, añadió el informe del analista Matthew Levitt.
En octubre de 1983, «dos años antes de que Hezbollah anunciara formalmente su existencia» declarando su apoyo al líder supremo de Irán y prometiendo actos de violencia contra Occidente, continuó repasando Levitt, Shukr «ayudó a planificar y lanzar» los atentados suicida contra las fuerzas estadounidenses y francesas.
El experto recordó que habían planeado un tercer ataque, contra soldados italianos que formaban parte de la tropas de paz en el Líbano, pero que fracasó.
Una situación caótica en el Líbano de los ’80
Esa demencial ola de estallidos en la zona de Beirut apenas resumía la caótica situación en territorio libanés, adonde las fuerzas internacionales había llegado para intentar contener los efectos de la guerra civil.
Los enfrentamientos en el país habían recrudecido desde la llegada masiva de miembros de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que había sido expulsada a sangre y fuego de Jordania a principios de la década del ’70 del siglo pasado.
El Líbano no pudo soportar los cruentos choques entre cristianos maronitas de un lado (con apoyo de Estados Unidos e Israel) y de musulmanes (impulsados por Irán) y drusos en el otro bando.
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Una sucesión de terribles episodios, incluyendo el asesinato del presidente libanés Bashir Gemayel y la masacre de Sabra y Shatila a manos de paramilitares cristianos fue el caldo de cultivo que precedió el doble atentado de octubre.
Con ese marco, los marines, que estaban alojados en un terreno bajo cerca del aeropuerto de Beirut, eran blancos fáciles para el fuego chiita desde las montañas cercanas, pero no esperaban la irrupción de la camioneta cargada con explosivos.
Un relato de los hechos publicado por el portal Marine Corps Times afirma que los militares estadounidenses no contaban siquiera con información de inteligencia que les indicara la posibilidad de un ataque tan audaz y mortífero.
Un recuento de bajas no visto desde Vietnam
Cuando el conductor suicida aceleró su camioneta Mercedes amarilla hacia el cuartel, «el único perímetro defensivo exterior» al que se enfrentó fue un alambre de púas de algo más de un metro de altura, añadió el informe citando un libro del investigador Patrick Sloyan.
El impacto causó un desastre de enormes proporciones, el recuento de muertos más grande en un solo día para el Cuerpo de Marines desde la batalla de Iwo Jima en la Segunda Guerra Mundial.
Y la peor cifra de bajas en un solo día para las Fuerzas Armadas estadounidenses desde el primer día de la Ofensiva del Tet en la Guerra de Vietnam.
Las imágenes despachadas por los reporteros gráficos a las redacciones de diarios de todo el mundo hablaban solas: donde estaban las barracas solo había tierra arrasada. Cuerpos de soldados muertos y heridos deambulando por doquier.
Aunque pasaron más de cuarenta años, el trauma no deja dormir a los sobrevivientes. Después de que se informó la muerte de Aqil, el Washington Post, un diario al que no se puede señalar como pro-israelí, compartió un título esclarecedor.
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People always say that Israel has a right to defend itself, and when they do, they object to it. pic.twitter.com/w7YiWEkGZu
— Bill Maher (@billmaher) September 26, 2024
«Para los estadounidenses afectados por los atentados de Beirut, una medida de justicia tardía», admitió el periódico de la capital norteamericana sobre la incursión israelí que eliminó a Aqil.
Hablando con el Post, el diplomático retirado Ryan Crocker, sobreviviente del ataque contra la embajada en Beirut, reconoció que desde Estados Unidos se vienen siguiendo los movimientos de Hezbollah «desde hace mucho tiempo».
Una «cierta» satisfacción
Sobre la muerte de Aqil, uno de los organizadores del ataque que humilló a los marines en Beirut y llevó a la retirada prácticamente completa de Estados Unidos del Líbano, Crocker reconoció que fue «motivo de cierta satisfacción que finalmente haya recibido su merecido».
En cambio, el artículo del Washington Post incluye numerosas críticas a Israel y agrega contexto que parece quitarle mérito a la acción israelí contra los terroristas que pusieron a Estados Unidos de rodillas en 1983.
No fue el caso del presentador Bill Maher y uno de sus invitados en un programa televisivo de fines de setiembre. «La gente siempre dice que Israel tiene derecho a defenderse, y cuando lo hacen, se oponen a ello», arrancó diciendo el filoso animador estadounidense.
Luego se sumó el reconocido comentarista Bret Stephens, quien se declaró «contento de que los israelíes están tomando cartas en el asunto» y eliminando a los líderes de Hezbollah.
«Ellos (las FDI) acaban de ocuparse de un terrorista» responsable de la muerte de cientos de estadounidenses en los atentados de octubre de 1983, recordó Stephens en referencia a la eliminación de Aqil.
«Si yo fuera Anthony Blinken (el secretario de Estado norteamericano), le pagaría a los israelíes los siete millones» de dólares ofrecidos por la captura o eliminación de Aqil «y les agradecería por vengar la muerte de nuestros marines», completó entre los aplausos de la audiencia.