La muerte de Hassan Nasrallah el viernes último en Beirut es un acto de «justicia para sus víctimas» no solamente en Israel sino alrededor del mundo, incluyendo la Argentina, donde Hezbollah es señalado responsable de los sangrientos atentados de 1992 y 1994 en Buenos Aires.
Así lo señaló el contralmirante Daniel Hagari, uno de los voceros de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) al confirmar este sábado que Nasrallah pereció en el «ataque preciso» de la aviación militar sobre su escondite en la periferia sur de la capital libanesa.
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«Hezbollah no es solamente una amenaza para Israel o para el Líbano», aseveró el portavoz en un mensaje grabado en video. El grupo islamista, remarcó, «es una amenaza para el mundo, respaldado por el régimen de Irán».
Desde el viernes por la noche, Nasrallah «ya no podrá aterrorizar al mundo», continuó Hagari. «Para las muchas víctimas» del líder islamista «a lo largo de las últimas décadas, sea en Israel, Argentina, Bulgaria, Siria o el propio Líbano, se hizo justicia».
Las fuerzas de seguridad de Bulgaria apuntaron en su momento a Hezbollah como el autor del ataque explosivo contra un autobus que transportaba turistas en el aeropuerto de Burgas el 18 de julio del 2012.
Un terrorista suicida provocó la muerte del conductor del vehículo, de nacionalidad búlgara, y de cinco viajeros israelíes.
Las heridas abiertas de los ataques en Buenos Aires
Los atentados en Buenos Aires, por su parte, siguen siendo una cruel e indeleble marca en la historia reciente de la Argentina.
El 17 de marzo de 1992, pocas semanas después de que Nasrallah asumiera la secretaría general de Hezbollah, una bomba destruyó la embajada de Israel en la capital de la nación sudamericana.
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«Para las muchas víctimas
de Nasrallah
a lo largo de las décadas,
sea en Israel, Argentina,
Bulgaria, Siria
o el propio Líbano,
se ha hecho justicia.
Hassan Nasrallah
ya no podrá
aterrorizar al mundo». pic.twitter.com/5GHUwgRB21— Israel en Español (@IsraelinSpanish) September 28, 2024
Veintinueve personas perdieron la vida y más de 240 resultaron heridas por ese ataque. Poco más de dos años después, el 18 de julio de 1994, Hezbollah redobló la agresión con el terrible atentado suicida contra la AMIA, el vibrante centro mutual de los judíos de Argentina.
El derrumbe del tradicional edificio del barrio de Once dejó ochenta y cinco muertos y se convirtió en el episodio de matriz terrorista más sangriento de la historia del país.
Comentando la muerte de Nasrallah, el diario Clarín recordó que su nombre figuraba en los expedientes de esos casos desde el 2002, cuando el entonces juez federal Juan José Galeano pidió a Interpol su arresto como uno de los autores intelectuales del ataque contra la AMIA.
También el recordado fiscal Alberto Nisman, que manejaba la causa de la mutual judía hasta su misteriosa muerte, en el 2015, había apuntando en sus informes sobre Nasrallah, el grupo Hezbollah y su conexión con Irán.
«Sangre en las manos»
Citado por el periódico Al-Watan Al-Arabi un mes antes del atentado contra la mutual de la colectividad judía argentina, Nasrallah había hablado de «mil comandos suicidas listos para atacar alrededor del mundo entero».
El líder de Hezbollah, subrayó el portavoz Hagari, «tenía la sangre de hombres, mujeres y niños en sus manos, incluyendo «israelíes, judíos, judíos alrededor del mundo, libaneses, estadounidenses, británicos, franceses, sirios y otras innumerables víctimas en todo el Medio Oriente y más allá» de la región, como en Argentina.