Nacido en la norteña ciudad de Haifa el 25 de marzo de 1972, Naftali Bennett siguió una carrera empresarial en el sector de la tecnología informática que lo hizo millonario antes de lanzarse a la política, en un camino que lo llevó, finalmente, a convertirse en primer ministro de Israel
Religioso ortodoxo moderno y en la derecha del espectro político, el nuevo jefe de gobierno favorece el libre mercado frente a los monopolios y la regulación estatal y aboga por mejores chances económicas para los sectores más postergados.
Está casado desde 1999 con Gilat, de 44 años, con quien tuvo a sus cuatro hijos. Gilat es pastelera profesional y consejera para padres.
Antes de entrar a la política, hizo millones de dólares como empresario del sector tecnológico
Hijo de inmigrantes estadounidenses llegados desde California, Bennett se desempeñó como comandante de compañía en las unidades de élite Sayeret Matkal y Maglan de las Fuerzas Armadas de Israel (FDI) antes enrolarse para estudiar derecho en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Tras recibirse, comenzó una impactante carrera empresarial con la fundación de Cyota, una proveedora de productos de seguridad y antifraude online, en la cual sirvió como CEO en Nueva York.
Cyota se vendió en el 2005 por 145 millones de dólares y, más tarde, repitió la hazaña: ayudó a fundar Soluto, otra compañía de desarrollo de software, que se vendió por 130 millones en el 2009.
Consagrado en el terreno de los negocios, volvió a Israel y desembarcó en el campo de la política sumándose a las filas del Likud, el partido liderado por Benjamin Netanyahu, el primer ministro al que ayudó ahora a desalojar del poder.
Más adelante, en el 2012, se convirtió en el líder de HaBait HaIehudi (El Hogar Judío), con el que logró su primer triunfo resonante al obtener trece bancas en las elecciones legislativas del 2013, una marca que ningún partido religioso sionista alcanzaba desde hacía treinta y seis años.
El hombre que pudo sumar a parte de la derecha al «bloque del cambio»
Ya reconocido por el público y embarcado definitivamente en una carrera política, Bennett sirvió como ministro de Defensa, Servicios Religiosos, Economía, Educación y Asuntos de la Diáspora de Netanyahu durante distintos gabinetes entre el 2013 y el 2020.
Cuando se desarrolló el proceso político que llevó a cuatro elecciones en dos años en Israel, Bennett ya estaba concentrado en Yamina, la alianza de partidos de derecha con la que intentó, sin suerte, superar a la coalición detrás de los sucesivos gobiernos de Netanyahu.
Hasta que, como afirmó el diario estadounidense Los Angeles Times, «ganó la lotería de la política» al ser consagrado primer ministro después de haber logrado solamente siete bancas en los comicios legislativos de marzo de este año.
Es que la figura de Bennett terminó siendo la única que pudo sumar a los partidos de derecha al «bloque del cambio» liderado por Yair Lapid, el líder de Yesh Atid (Hay Futuro), de centroizquierda y con diecisiete escaños en las recientes elecciones para la Knesset.
Aunque con esos diecisiete escaños quedó segundo detrás del Likud, Lapid necesitó aliarse con Bennett para poder armar la coalición que integran Yamina, Israel Beiteinu (Israel, Nuestro Hogar) y Tikvá Hadasha (Nueva Esperanza) desde la derecha.
Lapid, quien había recibido en mayo el encargo para formar gobierno, sumaba solamente el apoyo del Partido Laborista y Meretz, desde la izquierda, insuficiente para formar gobierno.
Para muchos analistas internacionales, Bennett es un «enigma» político
«Una combinación de casualidad, perseverancia y más de un toque de oportunismo político crudo puso a Bennett en posición de hacer a un lado a su antiguo amigo y mentor, el primer ministro Netanyahu», resumió la periodista Laura King en el diario de Los Angeles.
La reportera, al igual que gran parte de los analistas internacionales, calificó a Bennett como «un enigma» político para seguir de cerca ahora que asumió el poder en Israel.
Por lo pronto, se sabe que el nuevo primer ministro se opone a la creación de un estado palestino, apoya la extensión de los asentamientos judíos en Cisjordania (Judea y Samaria) y la modernización de la religión en el país, aunque dentro de un marco ortodoxo.
El resto quedará por verse en un nuevo gobierno que ya está en marcha y que acaba de tomar las riendas del futuro de Israel.