El presidente de Israel, Reuven Rivlin, recibió este miércoles los resultados oficiales de las elecciones legislativas del 23 de marzo y deberá ahora encargar a un miembro de la nueva Knesset la formación de un gobierno, pero los partidos no parecen ponerse de acuerdo y se perfila la posibilidad de nuevos comicios, los quintos en apenas dos años
En los próximos días, tal como señalan las leyes fundamentales de Israel, «recibiré aquí en Beit HaNasi (la sede presidencial), el hogar del pueblo israelí, a los representantes de los partidos elegidos para la Knesset, y consideraré quién es el candidato con la mejor oportunidad de formar un gobierno», informó Rivlin desde Jerusalén.
Pero las esperanzas del presidente podrían frustrarse rápidamente, ya que no parece haber acuerdos para formar alianzas que cuenten con al menos sesenta y uno de los escaños del parlamento unicameral, de 120 bancas.
La posibilidad de una nueva ronda de elecciones ya viene siendo señalada desde hace varios días por la prensa israelí, precisamente porque ni siquiera el primer ministro, Benjamin Netanyahu, parece ser capaz de conformar una coalición que le permita formar un nuevo gobierno estable.
En efecto, el partido de Netanyahu, el Likud, de derecha, obtuvo treinta escaños en las elecciones del 23 de marzo. Si se cuentan sus aliados «naturales», como se considera a las formaciones ultra-ortodoxas, el primer ministro llega a solamente a 52 bancas.
Si sumara a otro partido de derecha, Yamina, del ex ministro Naftali Bennet, Netanyahu estaría recién en los 59 escaños, todavía a dos de distancia de una mayoría que le permita ser el que forme un nuevo gobierno en Israel.
Por el otro lado, el bloque que quiere desalojar al primer ministro del puesto que ocupa desde marzo del 2009, podría llegar a 57 bancas, pero solamente si se ponen de acuerdo líderes de centroizquierda como Yair Lapid, del partido Yesh Atid, que obtuvo 18 escaños, con representantes de la derecha como Gideon Sa’ar (ex Likud) y Avigdor Lieberman, de Israel Beiteinu.
Los diarios y los canales de televisión israelíes vienen mostrando en estos días lo difícil de un entendimiento en el «campo anti-Netanyahu». Por ejemplo, reportes difundidos este miércoles señalaron que Lieberman está en contra de una coalición que tenga a Bennett como primer ministro, mientras que se desconoce si Lapid aceptará formar parte de la alianza sin ocupar el puesto de primer ministro.
En el medio de esta danza de candidatos se encuentra precisamente Yamina, al que los comentaristas señalan como más inclinado por sumarse a una coalición encabezada por Netanyahu, y el partido conservador árabe Raam, que seguiría ese mismo camino.
Teniendo en cuenta los resultados de los comicios, «es justo decir que ningún candidato tiene un camino claro hacia una coalición», escribió el analista Haviv Rettig Gur, del periódico Times of Israel.
«O, más exactamente, nadie tiene un camino claro hacia una coalición a la que le gustaría unirse justo antes de otra elección», añadió el comentarista, aludiendo al «costo político» que puede significar, por ejemplo, que el derechista Bennett se una a un gobierno encabezado por el centroizquierdista Lapid.
«Todavía no he completado siete años de mi mandato como presidente y, sin embargo, esta es la quinta vez que recibo los resultados de las elecciones a la Knesset, y la cuarta vez en menos de dos años», se quejó Rivlin.
Según el presidente, «la sociedad israelí necesita un gobierno que apruebe un presupuesto» y que logre que «las instituciones del estado sean rescatadas del estancamiento político».
Ahora que recibió los resultados oficiales, el presidente tiene siete días para celebrar consultas, tomar una decisión y encomendar a un miembro de la Knesset la formación de un gobierno a más tardar el 7 de abril, el día en que los israelíes podrían dar un un suspiro de alivio, o tener que prepararse para nuevas elecciones.