Mientras avanza el cese del fuego con el grupo radical islámico Hamas, en el sur de Israel vuelven a escucharse las pequeñas historias que describen cómo es convivir con los cohetes lanzados desde la Franja de Gaza y que caen constantemente en la zona, también en tiempos más tranquilos
Entrevistado por IsraelEconomico, Tomer, un residente del kibutz Ein HaShlosha, en la frontera con Gaza, contó que el peligro acecha no solamente con los proyectiles que explotan al caer en territorio israelí, sino también con lo que no estallan.
¿Cómo es eso? Tomer, quien habla muy bien español, explicó que los cohetes suelen causar daños en el sistema de riego del kibutz en general, y en sus famosos campos de romero, en particular.
A causa de esas explosiones, cuando se encienden los equipos de irrigación, los tubos dañados pierden agua y forman «pequeños lagos» en la tierra, señaló Tomer.
«Después de unos días cae otro», continuó el encargado de los campos de romero, «no explota y se hunde uno o dos metros» en los barriales formados por las pérdidas de agua en el sistema de irrigación.
Es imposible darse cuenta del lugar exacto adonde cayó ese proyectil. «¿Cuándo lo encontramos? La próxima vez que tenemos que cultivar el terreno», algo que es, «muy, muy peligroso», subraya Tomer.
«Nos pasa siempre, cada vez después de una guerra», resumió.

El territorio israelí, en especial el sur del país, está protegido por las baterías del sistema Cúpula de Hierro, que tienen un 90 por ciento de efectividad pero solamente interceptan aquellos cohetes que van dirigidos a zonas pobladas.
Aquellos cuya trayectoria los lleva a campos o zonas deshabitadas son descartados por la Cúpula de Hierro y terminan cayendo, sin provocar víctimas pero dejando a su paso destrucción y problemas como los que relata Tomer.
«Un peligro para todo el año», según describió el agricultor israelí.