Un estudio de la Universidad de Tel Aviv mostró que la utilización de una serie de sensores en relojes inteligentes puede brindar información sobre la aparición de una enfermedad hasta tres días antes de que el usuario empiece a notar los primeros síntomas.
La investigación duró dos años y sus resultados fueron publicados en la revista especializada Lancet Regional Health Europe. Los participantes llevaron relojes inteligentes que midieron biomarcadores y respondieron preguntas sobre su salud todos los días.
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Algunas de las conclusiones fueron asombrosas: la tecnología portátil pudo identificar cambios en parámetros fisiológicos clave entre uno y tres días antes de que el usuario sintiera el primer síntoma de la enfermedad.
Por ejemplo, «avisó» sobre la llegada de la enfermedad 23 horas antes para el COVID-19, 62 horas para el estreptococo del grupo A y 73 horas antes para la gripe.
«Las enfermedades infecciosas y las pandemias son una gran amenaza para la humanidad y debemos aprovechar nuestras capacidades científicas y tecnológicas para prevenirlas», afirmó el profesor Dan Yamin, líder de la investigación.
Estudios anteriores, recordó el científico, mostraron que durante la reciente pandemia de coronavirus cerca del 40 por ciento de todas las transmisiones se produjeron aproximadamente un día antes de que aparecieran los primeros síntomas.
Relojes y cuestionarios
«En otras palabras, la persona que transmitía la enfermedad aún no era consciente de que estaba infectada», destacó.
La idea del estudio fue, precisamente, comprobar si las tecnologías wearable (para llevar encima) podían proporcionar un diagnóstico más precoz, para reducir el contagio y prevenir la propagación de enfermedades infecciosas.
Durante el estudio, 4.795 israelíes mayores de 18 años usaron un reloj inteligente que monitoreaba continuamente parámetros fisiológicos clave, con foco en el pulso y en la variabilidad de la frecuencia cardíaca.
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Además de usar los relojes inteligentes, los participantes respondieron una serie de preguntas generales sobre su estado de salud todos los días y se le proveyó kits de prueba caseros para tres enfermedades diferentes (COVID-19, gripe y estreptococo del grupo A).
A lo largo del periodo de dos años, los investigadores recopilaron 800.000 cuestionarios y compararon esa información con datos paralelos del reloj. En total, los datos incluyeron 490 episodios de gripe, 2.206 episodios de COVID-19 y 320 episodios de estreptococo.
Basándose en los abundantes datos, los científicos construyeron modelos especiales que identificaron puntos críticos en el tiempo después de la exposición a una enfermedad infecciosa.
Cambiar el comportamiento a tiempo
Y así descubrieron que, en muchos casos, los relojes inteligentes «sabían» de la aparición de la enfermedad mucho antes de que sus usuarios reconocieran los síntomas.
«El diagnóstico temprano es extremadamente importante para prevenir la propagación de la enfermedad», apuntó el profesor Erez Shmueli, otro de los responsables del estudio.
Peor aún, «descubrimos que incluso cuando los participantes informaron los primeros síntomas, tendían a posponer la prueba por un tiempo: 53 horas para COVID-19, 39 horas para influenza y 38 horas para el estreptococo».
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«En consecuencia, durante un intervalo bastante largo, desde la exposición hasta la prueba, no cambiaron su comportamiento social, lo que contagió la enfermedad a otros», aseveró.
Shmueli señaló que, durante el estudio, «descubrimos que, en promedio, las personas se hicieron la prueba y cambiaron su comportamiento cuando la enfermedad ya había pasado su pico, y tenían muchas menos probabilidades de infectar a otros».
Los relojes inteligentes «son una tecnología relativamente nueva, con un potencial enorme, y constantemente se desarrollan sensores portátiles nuevos, cada vez más precisos», destacó el profesor Yamin.
En última instancia, completó, «esta puede ser una herramienta de alto impacto para prevenir futuras pandemias».