Investigadores de la Universidad de Haifa, en el norte de Israel, llevaron a cabo un estudio que mostró que «reparar» la corriente eléctrica en el cerebro podría ayudar a combatir el Mal de Parkinson
Los pacientes con enfermedad de Parkinson sufren la pérdida de células nerviosas en un área del cerebro conocida como Sustancia Negra. Esas células son las responsables de la producción de la sustancia conocida como dopamina.
La dopamina se utiliza para transmitir mensajes entre las células del cerebro y tiene un papel central en nuestra capacidad para realizar una actividad motora normal.
Uno de los problemas en la investigación y el desarrollo de fármacos es que solamente alrededor del 15 por ciento de los casos de Parkinson se deben a factores genéticos conocidos, mientras que el otro 85 por ciento se perciben como aleatorios (esporádicos).
Por lo tanto, la posibilidad de crear un modelo de la enfermedad en animales de laboratorio solo es posible para alrededor del 15 por ciento de los casos de Parkinson, explicaron los científicos.
Frente a este problema, en los últimos años se comenzó a desarrollar un método de «reprogramación de células madre».
En ese método -que se aplicó para este estudio- los investigadores toman células de pacientes, las reprograman en células madre y luego las clasifican en células de un tipo diferente pero que tienen la misma carga genética que la persona de la que provienen.
A través de este experimento, los científicos encontraron que, más allá de que los pacientes tuvieran o no una mutación identificada, todos tenían una reducción en la tasa de corrientes sinápticas en partes específicas del cerebro en comparación con las personas sanas.
Se trata de corrientes específicas generadas bajo las sinapsis, que son conductores entre las neuronas.
«Descubrimos mecanismos que son compartidos por todos los casos de Parkinson que examinamos», contó la doctora Shani Stern, de la Universidad de Haifa y editora del estudio, cuyos resultados fueron publicados en la revista especializada NPJ.
Entrevistada por el periódico Times of Israel, Stern dijo que esos «son mecanismos que no se sabía que estuvieran relacionados con el Parkinson, y ahora tenemos nuevos objetivos para los cuales se podrían desarrollar fármacos en el futuro».
La académica israelí apuntó que, ahora que el experimento identificó la conexión entre las corrientes sinápticas y el Parkinson, se espera poder encontrar una nueva estrategia para combatir la enfermedad.
Por ejemplo, podrían desarrollarse fármacos que devuelvan las corrientes a niveles normales y, a través de este cambio, retrasar o reducir potencialmente la aparición del mal, que aqueja a un millón de personas solamente en Estados Unidos.
Además, estos hallazgos podrían abrir las puertas a diagnósticos tempranos de la enfermedad, una posibilidad que cambiaría por completo el terreno de la lucha contra el Parkinson.
Los resultados del estudio muestran que los cambios existen en los cerebros de los pacientes de Parkinson «mucho antes de que se den cuenta» de que está ocurriendo el proceso de la enfermedad, dijo Stern.
«Si realizamos esta secuenciación en una persona joven y encontramos un cuadro similar al encontrado entre las personas que han desarrollado la enfermedad de Parkinson, podemos suponer que este individuo desarrollará la enfermedad en una etapa posterior», concluyó.