Un medicamento creado en Israel en los años ’60 para tratar la esclerosis múltiple podría tener una nueva y esperanzadora aplicación: facilitar la recuperación de un ataque al corazón.
A finales de la década del ’60 del siglo pasado, tres investigadores del Instituto Weizmann desarrollaron varias moléculas similares a proteínas, llamadas copolímeros, que creían que producirían una enfermedad similar a la esclerosis múltiple en animales de laboratorio.
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Los científicos -el profesor Michael Sela, la profesora Ruth Arnon y la doctora Dvora Teitelbaum- se sorprendieron al descubrir que, en lugar de causar la enfermedad, los copolímeros la curaban.
Una de estas moléculas se convirtió en el Copaxone, un fármaco ampliamente utilizado en todo el mundo para tratar la esclerosis múltiple, una enfermedad neurológica crónica de naturaleza inflamatoria y autoinmunitaria que daña el sistema nervioso central.
Más de medio siglo después, un equipo de investigación del Weizmann, dirigido por el profesor Eldad Tzahor y la doctora Rachel Sarig, reveló que el Copaxone también podría facilitar la recuperación después de un ataque cardíaco.
Infartos e insuficiencia cardíaca
Estos ataques ocurren cuando se interrumpe el suministro de sangre a una parte del músculo cardíaco. A menos que ese suministro se renueve rápidamente, las células del músculo cardíaco empiezan a morir.
A diferencia del músculo esquelético y otros tejidos que pueden recuperarse de una lesión sin dejar cicatrices, las células del músculo cardíaco no se dividen y no reemplazan las células muertas con un músculo nuevo.
En cambio, los fibroblastos del corazón (células fibrosas) se dividen rápidamente en el área dañada y crean una red de fibras proteicas que remplazan las células dañadas con tejido cicatricial.
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Ese tejido garantiza la integridad del corazón, pero reduce su capacidad de contraerse y bombear sangre. Por eso, a largo plazo, un infarto aumenta las posibilidades de sufrir una insuficiencia cardíaca, un problema que afecta a 64 millones de personas en todo el mundo.
Se trata de una enfermedad crónica en la que el corazón es incapaz de satisfacer todas las necesidades del organismo, inicialmente durante el esfuerzo físico y más tarde incluso en reposo.
En el nuevo estudio, los investigadores trataron a ratones que habían sufrido ataques cardíacos con una inyección abdominal diaria de Copaxone.
Los ecocardiogramas revelaron que el fármaco mejoraba el funcionamiento de los corazones dañados de los ratones y que sus cámaras cardíacas enviaban más sangre a las grandes arterias con cada latido, lo que a su vez suministraba más sangre vital a otros órganos.
Próxima fase: pruebas clínicas en un hospital
Quienes sufren ataques cardíacos no siempre acuden a la sala de emergencias de inmediato, pero los investigadores descubrieron que Copaxone fue efectivo en ratones incluso cuando el tratamiento comenzó entre 24 y 48 horas después del episodio.
La siguiente etapa del estudio fue probar el tratamiento en ratones de laboratorio, pero comenzando la terapia casi un mes después del ataque cardíaco, cuando ya tenían insuficiencia cardíaca crónica.
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Cuando concluyó el tratamiento de dos meses, el porcentaje de sangre bombeada con cada latido del corazón aumentó en un 30 por ciento promedio y la capacidad de los ventrículos para contraerse mejoró casi un 60 por ciento.
A la luz de estos resultados, los científicos del Weizmann unieron fuerzas con colegas del hospital Hadassah, en Jerusalén, para llevar a cabo un ensayo clínico para examinar la eficacia de las inyecciones subcutáneas de Copaxone en pacientes con insuficiencia cardíaca.