El controvertido asunto alcanzó repercusión internacional con una recordada miniserie de Netflix protagonizada por Shira Haas: ¿cómo sobreviven aquellos que se convierten en «poco ortodoxos», quienes dejan sus comunidades judías ultra-religiosas y salen al mundo secular?
En el caso de Unorthodox (del 2020, conocida en español como Poco Ortodoxa), la serie mostraba una versión muy dramática del problema. El personaje de Haas dejaba todo atrás y marchaba a Alemania en medio de fuertes choques con su familia y otros toques angustiantes.
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Pero para muchos otros, la transición tiene menos «drama televisivo» y muchos más obstáculos económicos: en la ciudad de Nueva York, que cuenta con una población haredi de alrededor de 300.000 personas, una organización no gubernamental trata de darles una mano.
Más allá de la polémica y de dónde reside la razón (de hecho, Poco Ortodoxa fue criticada por una mirada que muchos consideraron demasiado anti-religiosa), uno de los grandes problemas que enfrentan los que dejan sus comunidades es encontrar donde vivir.
En las comunidades de haredim, «la norma es que las personas vivan con sus padres hasta el matrimonio, o estudien en una ieshivá residencial, y luego se muden con su cónyuge», señaló un artículo de la agencia de noticias judía estadounidense JTA.
«Aquellos que se van a menudo se ven aislados» de la red de seguridad social comunitaria y familiar «y se encuentran buscando un lugar asequible para vivir en una ciudad donde la vivienda es cada vez más escasa y los alquileres más altos», añadió el reporte.
Además, «algunos de los que abandonan la comunidad también carecen de educación secular y habilidades laborales, lo que agrava los desafíos para crear un nuevo comienzo» fuera de sus comunidades religiosas.
Misión casi imposible
Cualquier sea la razón por la que estos «poco ortodoxos» abandonaron la vida religiosa (y, una vez más, sin señalar culpables en ninguno de los dos lados), está claro que encontrar un apartamento con alquiler accesible en la Gran Manzana es una tarea a veces casi imposible.
Muchos de estos ex haredim acuden a Footsteps, una organización sin fines de lucro de Nueva York que ayuda a sus 2.400 miembros que dejaron las comunidades ultra-ortodoxas de la ciudad.
Estas personas, varones y mujeres, necesitan «un trabajo para poder seguir descubriendo cómo funcionar y vivir en este mundo, pero es difícil hallar un empleo si no sabes dónde vas a dormir y es difícil pagar el alquiler», señaló una dirigente de Footsteps, Naomi Moskowitz.

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Hablando con la JTA, Moskowitz -ella misma una ex ortodoxa– dijo que los miembros de la organización no forman un segmento homogéneo. Hay desde jóvenes que quieren estudiar en la universidad laica a personas de más de 65 años que buscan iniciar «una nueva parte de su viaje».
Por otra parte, las comunidades ultra-ortodoxas de Nueva York «son diversas -continuó el informe-, tanto financieramente como en términos de prácticas religiosas y culturales».
El origen de este programa de asistencia habitacional de Footsteps se ubica en la pandemia de coronavirus, cuando Moskowitz creó un fondo de crisis con dinero de donantes y fundaciones.
La nota de JTA contó que el fondo se creó para ayudar a los miembros que «enfrentan una variedad de desafíos económicos o de salud mental».
Sin embargo, cuatro años después, alrededor del 80 por ciento de los más de 500.000 dólares que distribuyeron a unos 300 beneficiarios se destinaron a personas con necesidades de vivienda.
La «gran bestia»
Moskowitz reconoció que la vivienda es «una especie de gran bestia a la que enfrentarse» para quienes abandonan sus comunidades ortodoxas. Anteriormente, Footsteps se enfocaba en temas como los servicios profesionales o el apoyo educativo.
Con el rápido encarecimiento del costo de la vivienda en Nueva York, se transformó prácticamente en el problema número uno para los «poco ortodoxos» que buscan sobrevivir en el mundo secular.
Pero «con seis millones de dólares en contribuciones totales» durante el año que finalizó en octubre del 2023 y «una plantilla de más de treinta personas», Moskowitz dijo que Footsteps sintió que estaba en condiciones de reforzar sus programas de vivienda, destacó el informe.
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Según Moskowitz, no hay un objetivo específico sobre cuánto planea Footsteps ampliar el programa de vivienda, pero la dirigente señaló el programa de becas educativas de la organización como ejemplo.
«Al principio -indicó la JTA-, el programa de becas distribuyó 15.000 dólares a siete miembros, pero creció a medida que más miembros conocían el plan y ahora otorga alrededor de 500.000 dólares por año».