Llegó a Israel a fines de la década del ’80 para vivir el sueño de formar una familia en un kibutz y en el sur del país fue feliz y tuvo a sus hijos, pero ese recorrido quedó marcado para siempre el 7/10: para esta sobreviviente argentina no se trata de venganza, sino de que vuelvan a casa todos los rehenes que siguen en Gaza.
Roxana y Marcelo Salimson se casaron en Buenos Aires en 1987 y rápidamente prepararon sus maletas (o valijas, como se las llama en Argentina) para viajar al kibutz Kerem Shalom, en la esquina de Israel con la Franja de Gaza y Egipto.
Allí nacieron sus dos hijos. Y en 1995 se mudaron a otro kibutz, Nir Oz, también ubicado frente al enclave palestino.
Siguiendo su vocación natural, Roxana se convirtió en maestra jardinera y fue una de las encargadas del gan de Nir Oz, donde los niños y las niñas del kibutz pasaban muchas horas del día creando comunidad.
Con los hijos ya grandes, Roxana y Marcelo eran una postal de la vida en un kibutz mediano y bien establecido de Israel: trabajar duro y disfrutar de las ventajas de una sólida economía colectiva, por un lado, y los crecientes beneficios individuales, por el otro.
Una alarma detrás de la otra
Pero el 7 de octubre llegó «uno de los peores días de mi vida», relata ahora Roxana en una conmovedora entrevista. «A las 6.25 de la mañana estábamos durmiendo y escuchamos la alarma, algo a lo que lamentablemente estábamos acostumbrados», recordó.
Esa vez, sin embargo, era todo diferente, una alarma detrás de otra. Roxana salió del dormitorio en su casa en Nir Oz -un ambiente que también funcionaba como habitación segura para protegerse de eventuales ataques- y se dirigió a la cocina.
Desde la ventana pudo «ver algo raro, a uno de los terroristas pasando por enfrente de mi casa. Y me asusté mucho».
Había comenzando el masivo ataque de miles de miembros de Hamas y de la Jihad Islámica palestina contra las comunidades en la zona fronteriza con Gaza, una invasión que terminó con 1.200 asesinados y decenas de personas secuestradas.
Cuando volvió al dormitorio y habitación segura, Marcelo (conocido por todos en Israel como Tato) ya estaba hablando por su teléfono celular con vecinos y amigos, atento al desarrollo del ataque islamista.

En el grupo de WhatsApp de los miembros del kibutz ya se agolpaban los mensajes aterradores pidiendo ayuda. «Están quemando la casa», «nos quemamos», «mataron a mi pareja», «está muerto afuera».
Se trataba de «mensajes que nunca en la vida pensamos que íbamos a recibir» en nuestros teléfonos, dice Roxana.
Once horas encerrados
Esta pareja de argentinos-israelíes sobrevivió de milagro. Marcelo y Roxana pasaron once horas encerrados en la habitación sin soltar nunca el picaporte de la puerta blindada, resistiendo los esfuerzos de los terroristas para entrar y capturarlos.
Nir Oz fue una de las comunidades más golpeadas por la invasión terrorista: alrededor de un cuarto de sus residentes fue asesinado o secuestrado por Hamas.
Recién a las 18 de aquel 7 de octubre, cuando las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) lograron controlar la situación, Roxana y Tato pudieron salir de la habitación segura.
«Nunca supimos cuántos terroristas entraron a la casa», cuenta la maestra argentina. Había vidrios rotos, marcas de disparos en la puerta de entrada, indicios de que intentaron quemar el lugar.
Junto al resto de los sobrevivientes de Nir Oz, Tato y Roxana salieron luego a bordo de un autobus hacia Eilat, la famosa ciudad balnearia en el extremo sur del país donde fueron recibidos con enorme cariño y alojados gratuitamente en un hotel.
Una parada en Kiryat Gat
Después de algunas semanas en Eilat, y mientras lentamente avanza la reconstrucción de Nir Oz, la pareja se instaló en un apartamento en Kiryat Gat, siempre en el sur de Israel.
Desde allí, Marcelo viaja periódicamente al kibutz para las reuniones sobre el relanzamiento de la comunidad. Ambos también salieron desde Kiryat Gat para participar del funeral de Shiri Bibas y sus dos pequeños hijos, Ariel y Kfir, asesinados por Hamas mientras estaban en cautiverio.
Shiri, de 32 años, era la hija de Yosi (nacido en Argentina) y Margit Silberman (de Perú), vecinos y grandes amigos de los Salimson. Ariel Bibas tenía cuatro años y Kfir apenas nueve meses de vida.


Antes de convertirse en esposa de Yarden Bibas y mamá de los dos niños, Shiri trabajó junto a Roxana en el jardín de infantes del kibutz. También Ariel pasó por el gan: era «realmente un sol, un pelirrojo muy divertido, le encantaba jugar y correr», recuerda Roxana.
También le gustaba encontrarse con sus abuelos Yosi y Margit «cuando salíamos de paseo, mostrarnos el limonero y los juegos afuera de la casa» de los Silberman.
La casa de los Silberman fue quemada por los terroristas islámicos el 7/10 y los abuelos maternos de Ariel y Kfir murieron en el incendio.
Una noticia que «cambió todo»
Para Roxana, el momento en que se supo que los Bibas habían sido asesinados en Gaza (la muerte de Shiri y los chicos fue confirmada por Hamas el 18 de febrero de este año) «posiblemente cambió todo» en la mente colectiva de los israelíes.
De hecho, apuntó, en el país muchos estaban seguros de que estaban con vida y que iban a volver a casa en alguno de los intercambios de rehenes por presos palestinos.
Se pensaba que los Bibas -cuyo cautiverio se había convertido en uno de los principales símbolos de las consecuencias del ataque- eran «un as en la manga» de los terroristas, que «a los dos nenes pelirrojos y a su mamá no le iban a hacer nada».
La realidad fue muy distinta, y el funeral en Nir Oz fue «terrible», confesó Salimson, quien volvió a trabajar de maestra jardinera, en Kiryat Gat. Ahora, continuó, se trata de buscar formas de «afrontar la ausencia».
«Pienso en ellos todo el tiempo», sigue Roxana. «En Kiryat Gat tenemos un jardín con niños muy pequeños, y Kfir tendría que haber estado con nosotros» en el gan, donde -reveló- las maestras están acompañadas por psicólogos.
Esos especialistas les recomendaron poner en el jardín fotos de Kfir, de Omer -otro de los niños asesinados- y de Maia, una de las maestras que también murió el 7/10 durante la invasión.
Para Roxana, además de mantener la presencia de su amiga Shiri, de sus padres y sus dos niños, lo importante es seguir luchando por el regreso de los rehenes que todavía siguen encerrados en Gaza. Son cincuenta y nueve, pero las autoridades creen que apenas la mitad sigue con vida.

Entre los cautivos se encuentran miembros de otra familia amiga de Roxana y de Marcelo, Ariel y David Cunio, ahora de 27 y 34 años, respectivamente, hijos de Luis y Silvia, una pareja que también llegó a Israel décadas atrás desde Argentina.
Replantearse todo
En medio del dolor por los amigos muertos y secuestrados, Roxana señala también la angustia por «haber tenido que dejar nuestra casa y a los 58 años cambiar nuestras vidas, dejar el kibutz y vivir en la ciudad».
«Tenemos trabajo (en Kiryat Gat) pero es una manera de empezar de cero: tenemos que replantearnos todo», asegura. «Sabemos que queremos volver al kibutz, pero no es fácil», ya que por lo menos se necesitan «dos años para que lo reconstruyan».
El proceso, obviamente, no es sencillo. Y, para Roxana, una maestra jardinera de corazón, es fundamental una pregunta: «¿volverán los niños al kibutz» después de la devastación?
«Por supuesto que la zona tiene que estar tranquila», antes del regreso, remarca. Pero «para mi la tranquilidad ahora no es solamente tener una habitación segura, un refugio dentro de la casa». Es más, subraya, «mucha gente murió dentro de esos refugios» el 7/10.
«Tiene que estar toda la zona completamente tranquila, y no sé si alguien me lo puede asegurar», se lamenta la argentina-israelí. Roxana admitió durante la entrevista que le duelen los palestinos civiles muertos en Gaza, y aseguró que no busca «venganza».
«Yo espero realmente que haya paz», dice Salimson. Pero «antes de que haya paz tienen que devolver a todos los secuestrados».
«No buscamos venganza, pero es simple: para poder volver a reconstruir de alguna manera nuestras vidas, necesitamos que todos estén acá, un poco de tranquilidad mental», completó Roxana.
(Partes de esta entrevista se publicaron originalmente en el portal argentino de noticias Perfil).