Investigadores de la Universidad de Tel Aviv descubrieron una posible conexión entre las tormentas eléctricas y la formación de nubes cirros, que se encuentran en el centro del debate científico por su papel clave en el desarrollo del calentamiento global de nuestro planeta.
Los cirros, esas nubes altas con característica forma de plumas, inciden significativamente en el clima de la Tierra: un aumento de su presencia funciona como un manto que incrementa el calentamiento, mientras que su disminución permite que el calor suba y salga de la atmósfera.
El problema es que, hasta ahora, es muy difícil realizar un seguimiento de estas nubes y obtener datos precisos sobre ellas.
«Nuestros hallazgos señalan que el aumento en el número de tormentas a nivel global podría incrementar significativamente las nubes cirros, agravando de ese modo la crisis climática», indicó el líder de la investigación israelí, el profesor Colin Price.
Científicos alrededor del mundo «están sumamente interesados en las cirros, tratando de predecir potenciales cambios debido al aumento de los gases de efecto invernadero y al calentamiento global», dijo Price, del Departamento de Geofísica de la Universidad de Tel Aviv.
Es muy difícil obtener datos sobre las cirros
«Pero aquí encontramos un problema significativo -admitió-: resulta muy difícil obtener datos precisos y completos sobre las cirros», comenzando por el hecho de que, al ser tan difusas, «pueden ser invisibles a los ojos humanos e incluso a los satélites».
Para enfrentar ese desafío, los investigadores exploraron la posibilidad de predecir la cantidad de cirros sobre la base de datos disponibles sobre las tormentas eléctricas y la actividad de los rayos.
Hay que comenzar por tener en cuenta que el brillante destello de un relámpago se forma cuando un enorme campo eléctrico es descargado instantáneamente, generando una temperatura muy elevada de más de 30.000 grados.
La buena noticia es que las ondas luminosas y de radio emitidas por la descarga del rayo pueden ser detectadas incluso a miles de kilómetros de distancia, permitiendo un monitoreo y un mapeo de las tormentas.
El estudio se basó en información sobre tormentas recolectada en todo el mundo durante seis años por el satélite ISS-LIS, que detecta la luz emitida por rayos. Luego compararon esos datos con los relativos a los cirros, buscando una correlación entre la actividad de los rayos en un día, mes o año específicos, y la cantidad de nubes formadas en la atmósfera superior.
La conexión entre las tormentas y las nubes
Los resultados indicaron una relación estadísticamente significativa, en la cual la cantidad de cirros aumenta con el número de tormentas eléctricas.
Según los investigadores, eso significa que las tormentas eléctricas, que son fáciles de detectar y medir, pueden ser utilizadas como un indicador fiable de la cantidad de cirros en la atmósfera, hoy y en el futuro.
La actividad de los rayos «puede representar más del 70 por ciento de los cambios en la cantidad de cirros», dijo Price, según el cual las tormentas eléctricas actúan como una enorme «aspiradora», elevando la humedad de la superficie del planeta a niveles más altos de la atmósfera.
«Allí, a una altitud de aproximadamente 10 kilómetros, dicha humedad se transforma en los cristales de hielo que forman los cirros», precisó.
Price apuntó que «numerosos modelos predicen que, probablemente, el cambio climático derivará en un incremento de la actividad de las tormentas eléctricas en los próximos años».
Si las conclusiones de los investigadores de la Universidad de Tel Aviv son correctas, «se puede prever que el aumento del número de tormentas eléctricas cause un incremento de la cantidad de cirros».
«Estas nubes, a su vez, actuando como una especie de ‘manto atmosférico’, habrán de agravar aún más el calentamiento global», alertó el científico.