En esta búsqueda del tomate «perfecto», desde hace ya un tiempo se está investigando la posibilidad de reintroducir los rasgos perdidos de los frutos silvestres en sus «parientes» cultivados
Es que los tomates agrestes que crecen en América del Sur, antepasados de las variedades modernas, «albergan genes de numerosos rasgos deseables (sabor, aroma, resistencia a las enfermedades) que en algunos casos se perdieron» en el proceso de domesticación, señalaron los investigadores.
Esos esfuerzos por recuperar los rasgos más salvajes (y deliciosos) de los tomates recibirán ahora el impulso de la base de datos creada por el laboratorio del profesor Asaph Aharoni, del Instituto Weizmann, en colaboración con, entre otros, científicos de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Según explicaron desde el Weizmann -que tiene su base en Rehovot, pocos kilómetros al sur de Tel Aviv-, los investigadores utilizaron para su estudio unas 600 líneas de híbridos de tomate llamados BIL (por la sigla en inglés de «línea endogámica retrocruzada»).
Una base de datos llamada KILBIL
Las líneas de híbridos fueron creadas por el equipo del profesor Dani Zamir en la Universidad Hebrea, para compilar la base de datos a la que llamaron KILBIL.
Cada línea -un cruce entre los tomates silvestres peruanos «Solanum pennellii» y una variedad cultivada común «Solanum lycopersicum»-, contiene diferentes partes de los genomas agrestes y domesticados, señalaron.
«Al comparar los genomas de diferentes híbridos y correlacionar las diferencias con varias cualidades, es posible averiguar qué genes sean probablemente responsables de cada rasgo» de los tomates, continuaron los expertos en un artículo en el website del Weizmann.
De esta manera, prosiguieron, los científicos «crearon un perfil completo de cada línea». Esos perfiles incluyen la expresión de aproximadamente 11.000 genes, listas de hasta 1.000 ingredientes activos (llamados metabolitos) en diferentes etapas de maduración, e información sobre la sensibilidad a un patógeno fúngico.
Los voceros del Weizmann afirmaron que la base de datos KILBIL ayudará a los investigadores y agricultores a «producir variedades mejoradas de tomate» en Israel (adonde ya se desarrolló la variedad cherry).
Los misterios de la alfa-tomatina
De hecho, los académicos ya lograron resolver algunos de los principales «misterios» alrededor del proceso que fue desde los tomates salvajes de Perú a los domesticados que abundan hoy alrededor de todo el planeta.
Por ejemplo, la doctora Yana Kazachkova, una becaria postdoctoral en el laboratorio del profesor Aharoni, utilizó los datos obtenidos de una variedad de tomates silvestres descubierta en los Andes en los años ’90 para establecer el papel de la alfa-tomatina.
Se trata de una sustancia tóxica que protege los tomates de bacterias y hongos asegurándose de que los herbívoros no los coman antes de que estén maduros.
Resultó ser que, cuando los tomates verdes producen alfa-tomatina en grandes cantidades, principalmente en su cáscara, mantienen esa sustancia tóxica en compartimentos cerrados conocidos como vacuolas, lo que evita que dañe la planta.
Hallazgos como este, afirman en la universidad de Rehovot, es apenas el comienzo del camino hacia el «tomate perfecto».
(El estudio sobre la alfa-tomatina, y otro acerca del balance que ejerce el tomate entre una apariencia atractiva para que animales y aves dispersen sus semillas y la resistencia a los hongos, se pueden consultar, en inglés, haciendo click aquí y aquí).