Un nuevo estudio israelí mostró que las personas que se esfuerzan por mejorar su apariencia (ya sea un esfuerzo real o imaginario, en el mundo físico o en las redes sociales) actúan de manera más amable con los demás y tienen el doble de probabilidades de donar a caridades.
Según la profesora Danit Ein-Gar, quien lideró la investigación junto a la doctora Natalia Kononov, «cuando mejoramos nuestra apariencia y nos sentimos hermosos, por ejemplo, después de un nuevo corte de pelo, nos comportamos de una manera más consciente socialmente».
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«¿Por qué? Porque sentimos que todos los ojos están puestos en nosotros, que llamamos la atención, y por eso nos esforzamos por actuar mejor», añadió la investigadora de la Universidad de Tel Aviv.
«Las personas que se sienten bien con su apariencia -afirmó- pueden canalizar ese sentimiento en buenas acciones».
Un sobre con dinero y una caja para donaciones
Para probar su hipótesis, las investigadoras llevaron a cabo una serie de experimentos, algunos en entornos virtuales y otros en un laboratorio.
En una de las pruebas de laboratorio, se pidió a los participantes que utilizaran un filtro para mejorar una selfie que habían tomado. Mientras tanto, a un grupo de control se le pidió que mejorara una foto de un objeto en la habitación.
El grupo experimental estaba formado por cincuenta participantes, al igual que el grupo de control, y después de ver su foto mejorada, cada uno de ellos recibió un sobre con dinero.
Junto al sobre con el pago había una caja para donaciones, para que los participantes pudieran donar voluntariamente parte o la totalidad de su pago.

«Observamos que los miembros del grupo experimental, que se consideraban más atractivos, donaron hasta el doble que los del grupo de control», reveló Ein-Gar.
La investigadora afirmó que alcanza «con imaginarnos más atractivos, incluso con imaginar una versión digital más refinada de nosotros mismos, para fomentar el comportamiento prosocial». Se trata, remarcó, de un concepto con «importantes implicaciones prácticas».
Hasta ahora, remarcó la profesora israelí, las investigaciones se habían enfocado en la apariencia de las personas que piden donaciones. Y de hecho se descubrió que las más atractivas recaudaban más dinero.
En cambio, dijeron las investigadoras, «nuestro estudio introduce otro factor relevante: la apariencia del donante», un elemento que «abre la puerta a estrategias innovadoras para agilizar las campañas benéficas».
El dilema sobre la apariencia física
«Nuestra sociedad se enfoca obsesivamente en la apariencia física y, al mismo tiempo, critica ese comportamiento superficial», señaló por su parte la doctora Kononov.
«Las personas que se centran en la apariencia -completó- suelen ser juzgadas con dureza, pero demostramos que ese comportamiento puede tener efectos secundarios positivos que beneficien a los demás».
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Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista especializada International Journal of Research in Marketing y se pueden consultar, en inglés, haciendo clic aquí.