Las sustancias alucinógenas fueron rescatadas del ostracismo y ahora se estudian como posibles componentes de tratamientos para problemas de salud mental, pero, en el caso de la mescalina, esa tendencia está poniendo al peyote al borde de la extinción.
Conocido desde la antigüedad americana, la mescalina es un alcaloide presente en el peyote, un cactus endémico de México. Fue objeto de investigación durante la primera mitad del siglo XX hasta que resultó eclipsada en la década del ’50 por el LSD sintético, mucho más potente.
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Ahora, con el resurgimiento del interés en los psicodélicos como posibles terapias para trastornos psiquiátricos, la investigación sobre la mescalina está despertando esperanzas de nuevos tratamientos.
Desafortunadamente, la renovada atención está llevando a su fuente natural, el pequeño cactus de crecimiento lento -y fuerte presencia ritual y medicinal entre pueblos indígenas norteamericanos- al borde de la extinción.
En un nuevo estudio, investigadores del Instituto Weizmann, de Israel, dieron un primer paso crucial para garantizar la producción sostenible de mescalina: revelaron, paso a paso, cómo se produce exactamente dentro del peyote.
Suministro de mescalina sin extinguir al peyote
«Aprender a copiar este proceso natural con biotecnología ayudará a garantizar un suministro constante de mescalina para el desarrollo de nuevos fármacos psiquiátricos», afirmó la doctora Shirley Berman, quien dirigió la investigación en el laboratorio del profesor Asaph Aharoni.
Desde la universidad israelí recordaron que la vía bioquímica de la fabricación de la mescalina se estudió durante años, pero que la mayoría de los pasos siguen siendo hipotéticos y se desconocen las enzimas implicadas en cada uno de ellos.
Para este experimento, el equipo comenzó por descifrar el genoma completo del peyote, determinando qué genes se expresan en qué partes de la planta, particularmente en las capas externas de su corona, donde se midió la mayor concentración de mescalina.
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Usando espectrometría de masas -que permite determinar la distribución de las moléculas de una sustancia en función de, precisamente, su masa-, se identificó una serie de moléculas «candidatas» posiblemente implicadas en la producción del alcaloide.
También analizaron cada tipo de enzima con potencial para catalizar las reacciones bioquímicas relevantes y llevaron a cabo pruebas en bacterias, levaduras y plantas.
Con todos esos datos a mano, completaron el rompecabezas reconstruyendo todo el proceso de fabricación de mescalina en el peyote.
Probando en una planta de tabaco
Finalmente, los científicos se propusieron reconstruir ese proceso fuera de los cactus, y lograron recrear cinco de los seis pasos de producción de la mescalina -incluida la generación de todas las moléculas intermedias- en un modelo de planta de tabaco.
«En estudios futuros, esperamos reproducir toda la vía en el laboratorio, para así desarrollar un método para fabricar cantidades útiles de mescalina natural en levadura o en plantas que sean más grandes y de crecimiento más rápido que el peyote», dijo Berman.
La investigadora apuntó que la población de este cactus está disminuyendo en la naturaleza, en parte debido a la recolección insostenible por parte de los «cazadores de peyote» que cortan la planta demasiado cerca de la raíz.
Con la creación de fuentes alternativas de mescalina natural, agregó, se podría ayudar a preservar el cactus en peligro de extinción y al mismo tiempo garantizar un suministro del alcaloide para usos permitidos.
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Aunque está prohibido en muchos países, su uso suele estar permitido en ceremonias religiosas y, con un permiso especial, en la investigación científica y médica, recordaron voceros de la universidad.
Una relación con la serotonina
En todo caso, estudios como el que se llevó a cabo en el laboratorio del profesor Aharoni (cuyos resultados se pueden consultar haciendo clic aquí) crean un escenario prometedor, en especial cuando se tienen en cuenta las particulares características del alcaloide.
La mescalina, remarcó Berman, interactúa con los receptores de la serotonina, una sustancia química del cerebro que sirve de blanco a todo un grupo de fármacos contra la depresión, y otros trastornos relacionados con el estado de ánimo.
«Los fármacos de próxima generación que se desarrollarán a base de mescalina y otros psicodélicos podrían tener efectos más duraderos y menos efectos secundarios que los actuales», completó.