Investigadores de una universidad de Israel desarrollaron una singular película de nanopartículas para cubrir vegetales y frutas: con ella, por ejemplo, las fresas (o frutillas) pueden durar hasta quince días.
Ya sea en el refrigerador o en la mesada de la cocina, las frutas y verduras a menudo se echan a perder incluso antes de que hayamos tenido la oportunidad de comerlas. Extender su vida útil viene siendo un desafío para la ciencia durante mucho tiempo.
En el Departamento de Química de la Universidad Bar-Ilan, el estudiante de doctorado Belal Abu Salha puso a punto un proceso de recubrimiento de frutas y verduras con nanopartículas comestibles mediante sonoquímica.
La investigación de Abu Salha comenzó en el vivero de fresas de su familia en las Alturas del Golán, en el norte de Israel, donde a menudo se preguntaba cómo podría prolongar la frescura de la fruta desde el momento en que se la recoge hasta el momento en que se la come.
«Utilicé la sonicación, un proceso de aplicación de energía ultrasónica en un líquido, para desarrollar partículas nanorrecubiertas a partir de quitosano», explicó el investigador israelí.
Partículas que se incrustan
El quitosano es una sustancia natural derivada de polímeros como la quitina, los polisacáridos y las proteínas.
Aplicando la sonoquímica, continuó, se permite «que las partículas de quitosano se incrusten en la superficie de la fruta y la recubran de manera rápida y eficiente, y el recubrimiento disminuye significativamente el daño a la fruta causado por hongos y bacterias».
Desde la universidad, que tiene su base en Ramat Gan, en la periferia de Tel Aviv, señalaron que el proceso puede utilizarse como un sustituto seguro de los métodos actuales para conservar los productos.
El recubrimiento, apuntaron, disminuye significativamente el daño causado por bacterias y hongos, extendiendo la vida útil y preservando el sabor y la calidad frescos. Además, el quitosano es ecológico y biodegradable.
La sonicación
Abu Shilha contó con el asesoramiento del profesor Aharon Gedanken, del Departamento de Química de la Universidad Bar-Ilan, quien desarrolló el método de sonicación.
Cuando se bombardea una solución líquida con ondas sonoras de alta frecuencia en un proceso llamado ultrasonicación, explicó Gedanken, esa solución «se arremolina rápidamente y se forman masas de burbujas microscópicas que colapsan sobre sí mismas».
Y si el colapso ocurre cerca de una superficie sólida, como una fresa o incluso un grano milimétrico de material, «las corrientes de líquido se mueven hacia esa superficie a una velocidad muy alta y arrojan las partículas de la solución a velocidades enormes», agregó.
Las partículas quedan incrustadas en el sólido y no se pueden eliminar, ni siquiera lavándolo. Así es posible asignarle propiedades que no tenía en primer lugar, como resistencia antibacteriana que se puede «incrustar en frutas y verduras, o en cualquier otro material», concluyó Gedanken.
Como resultado, las fresas pueden durar mucho más tiempo y, al igual que otros productos, evitar el destino del cesto de la basura y el desperdicio de alimentos.