Científicos de la Universidad Hebrea de Jerusalén desarrollaron un «chip biónico» que podría reemplazar los experimentos con animales de laboratorio y ayudar a desarrollar mejores drogas contra el cáncer
«El desarrollo de fármacos es un esfuerzo largo y costoso que se define por múltiples fracasos» a lo largo de la investigación, recordó el profesor Yaakov Nahmias, director del Centro Grass de Bioingeniería de la Universidad Hebrea de Jerusalén y fundador de Tissue Dynamic.
Nahmias, quien condujo el estudio, explicó que «la razón principal» de esos fracasos en los laboratorios es que «los experimentos clínicos se basan en última instancia en información mínima obtenida de tests con animales que a menudo no logran replicar la respuesta humana» a las drogas.
En efecto, los principales animales utilizados en el desarrollo de fármacos son los roedores, con una genética, fisiología y metabolismo diferentes a los humanos, lo que lleva a una situación en la que las terapias exitosas en ratones a menudo fracasan en los ensayos clínicos.
Para enfrentar ese problema, el equipo de la Universidad Hebrea desarrolló una variación de una tecnología conocida como «human-on-a-chip», que aplica tejidos humanos en un dispositivo que imita la fisiología de las personas.
Si bien este tipo de tecnología ha existido durante más de treinta años, la investigación del profesor Nahmias incorpora sensores microscópicos en el tejido humano, lo que permite al equipo monitorear con precisión la respuesta del cuerpo a tratamientos farmacológicos específicos.
«Lo que hace que nuestra tecnología sea única es que nos permite ir más allá de lo que fue posible con la experimentación con animales», señaló el profesor israelí.
«Ahora podemos insertar microsensores que nos ofrecen información en tiempo real sobre cómo funcionan los medicamentos y cuándo dejan de funcionar», completó.
Por ejemplo, al utilizar esta nueva tecnología, los investigadores pudieron demostrar que un fármaco contra el cáncer de uso común, el cisplatino, provoca una acumulación peligrosa de grasa en los riñones humanos.
Luego combinaron esa quimioterapia con un medicamento diferente, empagliflozin, diseñado para limitar la absorción de azúcar en los riñones, y pudieron reducir el daño por acumulación de grasa y minimizar el daño renal experimentado por pacientes con cáncer.
«Esta innovadora tecnología tiene el potencial de reducir significativamente el tiempo de prueba y producción de medicamentos, al mismo tiempo que evita la necesidad de probar animales en el laboratorio, lo que ahorrará tiempo, dinero y ciertamente un sufrimiento innecesario», resumió el profesor Nahmias.