Investigadores de la Universidad de Tel Aviv descubrieron que las esponjas de mar del golfo de Eilat desarrollaron una original forma de mantener alejados a los depredadores: contienen una concentración sin precedentes de molibdeno (Mo), un mineral altamente tóxico.
Además, identificaron la bacteria que permite a las esponjas almacenar concentraciones tan altas de este preciado metal y desentrañaron la simbiosis entre los dos organismos.
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Desde el equipo de académicos, liderado por la estudiante de doctorado Shani Shoham y el profesor Micha Ilan, recordaron que las esponjas son los organismos multicelulares más antiguos que se conocen.
Viven en ambientes marinos y desempeñan un papel importante en los ciclos de carbono, nitrógeno y silicio de la Tierra. Una esponja puede procesar y filtrar agua de mar 50.000 veces su peso corporal cada día.
Con volúmenes tan enormes de agua fluyendo a través de ellas, pueden acumular diversos oligoelementos. Y los científicos intentan comprender cómo se las arreglan con cantidades tóxicas de materiales como el arsénico y el molibdeno.
Muy importante para el metabolismo de las células
Décadas atrás, «investigadores de nuestro laboratorio recogieron muestras de una rara esponja llamada Theonella conica del arrecife de coral de Zanzíbar en el Océano Índico y encontraron en ellas una alta concentración de molibdeno», apuntó Shoham.
El molibdeno, añadió, es un oligoelemento importante para el metabolismo de las células de todos los animales, incluidos los humanos, y muy utilizado en la industria.
Shoham contó que en esta investigación se buscó «comprobar si también se encuentran concentraciones tan altas en esta especie de esponja del golfo de Eilat, donde crece a profundidades de más de 27 metros».
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Al encontrar estas esponjas de Eilat y analizar su composición, se descubrió que contenían más molibdeno que cualquier otro organismo de la Tierra: 46.793 microgramos por gramo de peso seco.
Como todos los oligoelementos, el molibdeno es tóxico cuando su concentración es superior a su solubilidad en agua. «Pero hay que recordar que una esponja es en esencia una masa hueca de células sin órganos ni tejidos», pidió la investigadora.
En concreto, en la Theonella conica hasta el 40 por ciento del volumen corporal es una sociedad microbiana: bacterias, virus y hongos que viven en simbiosis con la esponja.
Una de las bacterias más dominantes en ese sistema, llamada Entotheonella sp., actúa como un «órgano desintoxicante» para acumular metales dentro del cuerpo de sus huéspedes esponjas.
Al acumular cada vez más molibdeno, las bacterias lo convierten de su estado soluble tóxico en un mineral.
Criaturas muy delicadas
«No estamos seguros de por qué hacen esto -reconoció Shoham-: tal vez el molibdeno protege a la esponja y, a cambio de ese servicio, la esponja no se come a las bacterias y actúa como su anfitrión».
Los científicos de la Escuela de Zoología de la universidad israelí destacaron que el molibdeno tiene una gran demanda, sobre todo para aleaciones (por ejemplo, para fabricar acero de alta resistencia).
Pero, según Shoham, sería impracticable recuperarlo de las esponjas, tanto de Eilat como de otros puntos del planeta.
La concentración «es muy alta, pero cuando se traduce en peso solo podríamos obtener unos pocos gramos de cada esponja, y la esponja en sí es relativamente rara», remarcó.
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Estas esponjas se pueden cultivar en la agricultura marina, en particular para la industria farmacéutica, pero se trata de una tarea bastante complicada. Las esponjas son criaturas muy delicadas que necesitan condiciones específicas, dijo la investigadora.
Los resultados del estudio fueron publicados en la revista especializada Science Advances, y se pueden leer, en idioma inglés, haciendo clic aquí.