Una científica de la Universidad Ben-Gurion del Negev, en el sur de Israel, quiere poner los cimientos de una terapia que contenga los efectos del envejecimiento patológico revirtiendo los daños que sufren los genes humanos
«Mi investigación durante los últimos años se ha centrado en hallar los secretos del SIRT6, que descubrimos que desempeña una serie de funciones importantes en el envejecimiento», afirmó la doctora Deborah Toiber en referencia a una de las proteínas centrales en ese proceso que marca el paso de los años.
En su más reciente estudio, Toiber y pudo identificar un puñado de genes que se ven afectados en el envejecimiento patológico, pero no en el envejecimiento normal. Además, halló que algunos de esos efectos pueden revertirse mediante acciones como la restricción de ingesta de calorías.
En experimentos previos, Toiber estableció que el SIRT6 juega un papel fundamental en la reparación del ADN y sirve como un «primer socorrista» cuando se trata de roturas de la doble hebra del ADN.
«Uno de los principales factores del envejecimiento es el daño no reparado del ADN, por lo que cada célula del cuerpo tiene que lidiar con miles de laceraciones todos los días», explicó la científica. «Si bien la mayoría son arreglados, los sistemas biológicos no son perfectos y quedan algunos daños», precisó.
Ahora, para su nuevo estudio -cuyos resultados fueron publicados en la revista especializada Aging-, la investigadora y su equipo compararon ratones con una alteración del SIRT6 y ratones normales, tanto de la misma edad como otros más viejos.
Usando su conocimiento de la proteína, pudieron distinguir los genes que predecían si un cerebro se estaba moviendo hacia un envejecimiento saludable o un envejecimiento patológico.
Lo más importante, es que también pudieron determinar qué genes son mejores candidatos para terapias dirigidas, aquellos cuyo daño se puede revertir, señalaron desde la universidad.
De esta manera, «en el futuro, un test de cambios en un conjunto de genes podría decirnos si nos dirigimos hacia un envejecimiento saludable» o no, lo que puede resultar de gran ayuda para luchar contra enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson y el Alzheimer, añadieron.
«A medida que envejecemos, el daño en el ADN se acumula y repararlo es esencial para una larga vida», precisó Toiber. Por ello, cualquier intervención clínica que ralentice o detenga la muerte de las células nerviosas resultará en «una mejora en la calidad de vida de los pacientes y sus familias, y ese es el objetivo por el que estamos trabajando en nuestro laboratorio», resumió.