Si va a la playa, mejor esté preparado (o preparada): un estudio israelí descubrió que la exposición a la luz solar provoca más hambre a los varones que a las mujeres
La investigación combinó una encuesta sobre los hábitos alimenticios de unos 3.000 israelíes durante el verano con un estudio genético en un modelo de laboratorio.
Los hallazgos indicaron que, en los varones, la exposición al sol activa una proteína llamada p53 que le indica al cuerpo que produzca grelina, una hormona que estimula el apetito.
En las mujeres, en cambio, la hormona estrógeno bloquea la interacción entre p53 y la grelina y, en consecuencia, no cataliza la necesidad de comer después de la exposición al sol.
Según explicaron los investigadores, tanto en los machos de las especies animales como en los humanos, la exposición al sol activa la proteína p53 con el objetivo de reparar cualquier daño en el ADN de la piel que pueda haber sido causado por permanecer bajo la luz de nuestra estrella.
Los hallazgos del estudio -que fueron publicados en la revista Nature y se pueden consultar, en inglés, haciendo click aquí– identificaron a la piel como un regulador principal de la energía y el apetito (metabolismo) tanto en modelos de laboratorio como en humanos.
La proteína p53, que se encuentra en la piel, «repara el daño al ADN causado por la exposición al sol, pero hace más que eso»
«Por primera vez se descifró la conexión molecular entre la exposición a los rayos ultravioleta (UV) y el apetito», destacó la profesora Carmit Levy, quien encabezó la investigación.
La académica israelí, del departamento de Genética de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tel Aviv, precisó que los estudios relacionados con el género «son particularmente complejos, ya que se requieren el doble de participantes para encontrar diferencias estadísticamente significativas».
Levy recordó que, como humanos y a lo largo de la evolución, «nos hemos desprendido de nuestro pelaje y, en consecuencia, nuestra piel, el órgano más grande de nuestro cuerpo, está expuesta» a las condiciones del entorno.
La proteína p53, que se encuentra en la piel, «repara el daño al ADN causado por la exposición al sol, pero hace más que eso», continuó la profesora.
«Le indica a nuestro cuerpo -dijo- que el invierno ha terminado y que estamos al sol, posiblemente en preparación para la temporada de apareamiento«.
Finalmente, Levy remarcó que los resultados del estudio brindan «una base alentadora para más investigación, tanto sobre el metabolismo humano como sobre posibles terapias basadas en UV para enfermedades metabólicas y trastornos del apetito».