Gracias a sus relevantes estudios de probabilística y causalidad, el profesor Judea Pearl es considerado uno de los padres de la inteligencia artificial (IA), pero también es un filósofo marcado por la trágica muerte de su hijo que está preocupado por el futuro de la humanidad.
El matemático, nacido en 1936 en la Tel Aviv bajo mandato británico, soldado en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), egresado del Technion y científico de brillante carrera en Estados Unidos, es el padre de Daniel Pearl, el periodista brutalmente ejecutado en Pakistán en el 2002.
También le puede interesar: El filósofo israelí Yuval Harari contra la inteligencia artificial
Daniel Pearl, nacido en Estados Unidos en 1963, trabajaba como reportero del Wall Street Journal cuando fue secuestrado, torturado y asesinado por un grupo jihadista-terrorista basado en Afganistán.
Después de un mes en cautiverio, sus secuestradores difundieron un desolador video mostrando su decapitación que se convirtió en símbolo de su época.
Su padre, Judea, organizó en su memoria la Fundación Daniel Pearl, para promover «el respeto mutuo y el entendimiento entre las diversas culturas a través del periodismo, la música y el diálogo», las pasiones de Daniel.
Ahora, cuando aparece en público o es entrevistado, al matemático se lo pude ver llevando un pin amarillo en la solapa de su saco, el distintivo de la lucha por el regreso a casa de los secuestrados durante el ataque terrorista del 7 de octubre contra el sur de Israel.
«Asustado» por la IA
Entrevistado por el periódico israelí Globes, el científico y filósofo de 88 años, actualmente profesor de Ciencias de la computación y Estadística en la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), reconoció que la inteligencia artificial lo «asusta».
Para seguir leyendo: La lucha de Maimónides para reconciliar religión y razón
«La criatura que estamos construyendo ahora puede tener ideas revolucionarias» pero también «puede ser el Golem que se vuelve contra su creador», apuntó en referencia a la criatura mítica del folklore judío que, en muchos sentidos, se parece al monstruo de Frankenstein.
«Como científico, no dedico mucho tiempo a estos pensamientos, pero tal vez esté pecando contra mis nietos si sigo trabajando en ello, en lugar de detenerme», añadió, preocupado.
El aporte de Pearl al desarrollo de la IA tiene que ver con decisivos trabajos que ayudaron a sacar la naciente disciplina del callejón sin salida de simplemente emular el conocimiento humano.
A partir de 1988 propuso aplicar a los sistemas de IA sistemas de causa y efecto basados en la teoría de la inferencia causal y probabilística, apostando a brindar explicaciones a los fenómenos y no simplemente atribuirlos a la casualidad.
¿La inteligencia artificial es sabiduría?
La sofisticada contribución de Pearl explica por qué no está muy entusiasmado con los usos más mundanos de la IA, como las aplicaciones del tipo ChatGPT, que cualquiera de nosotros puede usar para conocer la mejor receta para una pizza o cómo construir una torre.
Pearl le dijo a Globes que el lenguaje informático detrás de esos modelos «no derivan la sabiduría de la experiencia del mundo real, sino de textos escritos por personas que ya comprenden por sí mismas la conexión entre causa y resultado».
De esa manera, enfatizó, «se limitan a la experiencia y la comprensión de quienes escribieron el texto».
La IA generativa, como la que se utiliza para generar videos fake de Leo Messi bailando o escribir monografías para la universidad, «produce una ensalada de anécdotas», describió Pearl durante la entrevista.
También le puede interesar: Científicos israelíes quieren salvar al peyote, la fuente de la mescalina
Aplicaciones como ChatGPT, continuó, apenas rastrilla textos ya leídos, «deriva asociaciones de ellos y hace una ensalada«. Particularmente, añadió, «yo no iría en la dirección en la que vamos, porque aspiro a una inteligencia artificial general, lo que se conoce como superinteligencia«.
Mascotas del futuro
El matemático propuso «añadirle un elemento del que hoy carecemos y que se encuentra en todos y cada uno de nosotros: un modelo mental interno que nos ayuda a explicar cómo funciona el mundo, adquirido gracias a la experiencia vivida a lo largo de nuestra vida».
Por eso, prevé, «el futuro es un híbrido», con dispositivos de IA que, por una parte, «trabajan con todo el poder existente» de los large language models (LLMs), los sistemas «neuronales» informáticos que se «entrenan» buceando en infinitos textos disponibles y devuelven respuestas a las aplicaciones del tipo ChatGPT.
Pero, por el otro lado, esos sistemas híbridos deberán contener «un modelo de reglas según el cual funciona el mundo», advirtió el matemático israelí-estadounidense.
Recurriendo a inquietantes imágenes similares a las de tantos filmes tremendistas de ciencia ficción, Pearl opinó que la IA y sus derivados podrían, «en el futuro, usarnos como mascotas» para que los «entretengamos y sirvamos».
«Sí, en mi opinión, puede que quiera apoderarse del mundo», alertó el científico desde su autorizada visión como uno de los padres de la inteligencia artificial.
Ese eventual dominio y control, concluyó, no tiene por qué llegar «en forma de coerción: puede convencer a un presidente de Estados Unidos de que sería mejor para él servir al sistema, de la misma manera que el marketing nos impone productos que no necesitamos«.