El problema de la polución con plásticos es más grave de lo que se pensaba, ya que los minúsculos fragmentos en los que se dividen esos desechos no solamente terminan en las aguas del mar frente a nuestras playas, sino que también se trasladan en el aire, ampliando el alcance de la contaminación
Así lo advirtió un reciente estudio del Instituto de Ciencias Weizmann, según el cual los «microplásticos», aquellos fragmentos que no superan los 5 milímetros de ancho, pueden transportarse en el aire por horas y terminan expandiendo su «potencial de dañar el medio marino y, al ascender en la cadena alimentaria, afectar la salud humana».
Investigaciones previas «encontraron ‘microplásticos’ en la atmósfera justo encima de las aguas que se encuentran cerca de las costas», recordó la doctora Miri Trainic, del Departamento de Ciencias de la Tierra y Planetarias del Weizmann.
«Pero nos sorprendió encontrar una cantidad no trivial» de esos fragmentos contaminantes «por encima de aguas aparentemente prístinas», en el medio del océano, a cientos de kilómetros de distancia de las costas, añadió la académica.
Los expertos señalaron que, si bien hace tiempo se viene estudiando la forma en que los océanos absorben materiales de la atmósfera, el proceso en dirección opuesta (la aerosolización, en la que partículas volátiles, virus, fragmentos de algas y otros elementos se transportan del agua de mar a la atmósfera) se había investigado mucho menos.
Para el estudio, los investigadores de la universidad israelí colocaron equipos de medición en la parte superior de uno de los mástiles de la goleta científica Tara, y recolectaron muestras durante la expedición que la nave realizó en el 2016.
Si bien la tarea de identificar y cuantificar los trozos de «microplásticos» atrapados en el aerosol capturado en el mástil de la Tara no fue nada sencilla -ya que resultaron ser difíciles de detectar bajo el microscopio-, los investigadores hallaron altos niveles de plásticos comunes (poliestireno, polietileno, polipropileno y más) en las muestras.
Luego, calculando forma y masa, y las direcciones y velocidades promedio del viento sobre los océanos, el equipo demostró que la fuente de estas partículas era muy probablemente las bolsas y otros residuos plásticos que se habían desechado cerca de la costa, y que se abrieron camino hacia el océano a cientos de kilómetros de distancia.
Para peor, una vez que los «microplásticos» están en la atmósfera, continuó Trainic, «se secan y quedan expuestos a la luz ultravioleta y los componentes atmosféricos con los que interactúan químicamente».
Eso genera otro grave problema: es muy probable que las partículas que caen de nuevo al océano «sean incluso más dañinas o tóxicas que antes para cualquier vida marina que las ingiera», completó la investigadora.
El estudio realizado por la universidad israelí fue publicado en la revista especializada Nature y sus resultados se pueden consultar, en inglés, cliqueando aquí.