Un equipo internacional de investigadores, liderado por científicos de Israel y de Escocia, descubrió que el parásito detrás de la toxoplasmosis, la conocida enfermedad que afecta a gatos y fetos humanos, puede ayudar a enfrentar males que atacan nuestro cerebro.
Según el estudio, el Toxoplasma gondii (T. gondii, también conocido como el «parásito de los gatos») podría resultar una clave para superar la barrera hematoencefálica, la «valla» que protege el cerebro permitiendo solamente la entrada de ciertos elementos a ese órgano.
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La barrera, por ejemplo, permite el paso de agua y glucosa, fundamentales para la actividad neuronal, e impide la llegada de toxinas. Y también es un gran obstáculo cuando se trata de «despachar» fármacos para tratar enfermedades cerebrales.
«Es muy difícil suministrar medicamentos al cerebro a través del torrente sanguíneo, y esto es especialmente cierto en el caso de moléculas grandes como las proteínas», las «máquinas» que llevan a cabo muchas funciones importantes dentro de las células, explicó el profesor Oded Rechavi, de la Universidad de Tel Aviv.
La creativa solución desarrollada por el equipo israelí utiliza el parásito unicelular Toxoplasma gondii, que puede infectar una gran variedad de organismos, pero se reproduce solo en los intestinos de los gatos.
Es, además, muy eficaz para infectar a los humanos y se estima que un tercio de la población mundial lo sufre en algún momento de sus vidas.
Las dos caras de un parásito
Rechavi, del Departamento de Neurobiología de la universidad, recordó que la mayoría de las personas afectadas «ni siquiera sienten la infección o solo experimentan síntomas leves parecidos a los de la gripe».
Sin embargo, advirtió el académico, es peligroso para las personas con deficiencias inmunológicas debidas a enfermedades como el SIDA y para los fetos cuyo sistema inmunológico todavía no se desarrolló.
«Por eso, se recomienda a las mujeres embarazadas no comer carne cruda que pueda contener el parásito y mantenerse alejadas de los gatos, que pueden transmitirlo a través de sus heces», señaló.
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Durante el proceso para eliminar el parásito del cuerpo, describió, «un sistema inmunológico sano sólo tiene acceso limitado al cerebro, y el parásito permanece allí durante toda la vida del portador».
Precisamente por eso, la capacidad del parásito de penetrar en el cerebro humano y sobrevivir allí en estado latente, sin reproducirse, lo convirtió en el «candidato» perfecto para el innovador enfoque de los investigadores: modificar genéticamente el T. gondii para que secrete proteínas terapéuticas.
Disparando «arpones» a las neuronas
El parásito, explicaron desde Tel Aviv, tiene tres sistemas de secreción distintos. El nuevo método desarrollado por los investigadores se «monta» sobre dos de ellos, dejando de lado el primero, el que secreta proteínas fuera de las neuronas.
Por su parte, el segundo sistema «dispara» un «arpón» a la neurona para permitir su penetración. Una vez dentro, el parásito forma una especie de quiste en el que continúa segregando proteínas de forma permanente.
«Modificamos el ADN del parásito para que produzca y secrete las proteínas que queremos, que tienen potencial terapéutico», reveló Rechavi.
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La capacidad del parásito de atravesar la barrera hematoencefálica y comunicarse con las neuronas, «combinada con nuestra capacidad para manipularlo, genera una oportunidad de oro para resolver el gran desafío terapéutico de administrar medicamentos al cerebro», aportó la profesora Lilach Sheiner, de la Universidad de Glasgow.
Si bien el estudio se llevó a cabo con modelos animales de laboratorio, este importante avance puede tener implicaciones de gran alcance para una serie de enfermedades graves.
Contra un síndrome mortal
En este trabajo -cuyos resultados se publicaron en la revista especializada Nature Microbiology-, los investigadores exhibieron específicamente la administración de una proteína llamada MeCP2, cuya deficiencia está asociada con el síndrome de Rett.
Se trata de un síndrome mortal causado por una deficiencia en un único gen en las células cerebrales, y el Toxoplasma gondii diseñado en el laboratorio fue capaz de hacer llegar el tratamiento hasta su objetivo en el cerebro, destacó Rechavi.
«Pero este es solamente un ejemplo» de todas las posibilidades que abre el parásito «entrenado» por los científicos, enfatizaron desde el equipo, ya que existen muchas otras enfermedades causadas por la deficiencia o la expresión anormal de una determinada proteína.
De hecho, ya se creó una empresa llamada Epeius -en colaboración con Ramot, la empresa de transferencia de tecnología de la Universidad de Tel Aviv, y los servicios de investigación e innovación de la Universidad de Glasgow- para garantizar la gestión segura y eficaz del método.