Una nueva investigación científica mostró que hace 7.000 años se domesticaron los primeros olivos en lo que hoy es la Galilea israelí.
Varios países de la cuenca del Mediterráneo se atribuyen el origen de los primeros olivos domesticados, una afirmación que, hasta ahora, era difícil de comprobar.
La reciente investigación, de la que participaron científicos de la región, incluyendo expertos de la Universidad de Tel Aviv, estudió detenidamente los restos fósiles de polen provenientes de estos árboles y los compararon con la evolución de las poblaciones locales, en base al estudio de ruinas arqueológicas.
Para lograr un mayor nivel de certeza, los científicos analizaron en particular los aumentos de la presencia de polen proveniente de olivos que no coincidieran con grandes concentraciones de restos de polen de otros árboles de la región.
En base a ese cruce de información, los investigadores establecieron que los olivos fueron plantados y cosechados de manera sostenida desde hace 5.500 años en la isla de Creta, 4.800 años en lo que hoy es El Líbano y 3.200 años en Turquía.
También establecieron que el olivo es cultivado desde hace 3.400 años en lo que hoy es Italia y 2.500 años en España.
Pero la zona que los datos brindados por los fósiles de polen señalaron como la «cuna» de la domesticación fue los alrededores del Mar de Galilea, adonde los olivos se habrían cultivados desde hace 6.500/7.000 años.
Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista especializada Holocen. Allí explicaron que «la gestión temprana de los olivos corresponde al establecimiento de la economía de aldeas» en la región del Mediterráneo.
El olivo, recordaron fue «uno de los árboles frutales más importantes de la antigua región mediterránea y una de las especies fundadoras de la horticultura» en la región. Y cualquiera que visite un país de la zona en la actualidad sabe que el olivo y su aceite son elementos fundamentales de la cultura y la gastronomía local.
Entrevistada por el periódico israelí Haaretz, la arqueobotánica Dafna Langgut explicó que «domesticar un árbol frutal es una gran inversión: a diferencia de los granos, que maduran en unos pocos meses, toma alrededor de cuatro o cinco años para que un olivo produzca frutos».
«Y recién entonces se puede comenzar a seleccionar las plantas para cruzamiento para mejorar los rendimientos o la calidad de las aceitunas», añadió la profesora israelí, para subrayar la importancia de ese momento en la historia de los habitantes de la región.
Por supuesto, el olivo sigue teniendo una presencia preponderante en Israel, adonde se estima que existen 81.000 acres de plantaciones de este árbol, que producen 16.000 toneladas de aceite cada año.
Después de todo, los olivos son uno de los siete productos naturales nativos de la tierra de Israel que se mencionan en la Biblia, junto al trigo, la cebada, los higos, las granadas, la miel de dátiles y las vides.