¿Recuerda la millonaria donación para una universidad israelí anunciada a principios de este mes de junio? Siguiendo los deseos del magnate estadounidense que dejó los generosos 260 millones de dólares, será invertida en un sector muy específico.
En efecto, el donante, que incluyó a la Universidad Bar-Ilan en su testamento y pidió que su nombre no se diera a conocer -aunque podría difundirse más adelante-, puso una condición: que el dinero se gaste en investigaciones del terreno del deep tech.
El término tecnología profunda o deep tech se refiere a las startups y los investigadores que se sumergen en sus laboratorios buscando soluciones para desafíos científicos o de ingeniería significativos.
Saben que, de tener éxito, podrán acceder a terrenos vírgenes, con mercados comerciales sin explotar. Pero deben afrontar extensas tareas de investigación y desarrollo y, a menudo, conseguir grandes inversiones de capital.
Según el portal israelí de noticias económicas Globes, los directivos de la Bar-Ilan, que tiene su sede en Ramat Gan, en la periferia de Tel Aviv, ya disponen del dinero -que fue entregado en efectivo- en el banco.
Computación cuántica e inteligencia artificial
Con ese primer paso cumplido, ya dieron el siguiente para seguir las instrucciones de la millonaria donación y trazaron un plan para contratar a setenta investigadores líderes del campo de la tecnología profunda.
El donante, recordó el informe, «precisó que el dinero debería invertirse en deep tech como energía, medio ambiente, salud, ingeniería, bioconvergencia, computación cuántica, cibernética, inteligencia artificial y procesamiento del lenguaje natural».
Una vez que los nuevos científicos se instalen en Ramat Gan, cada uno de ellos dispondrá de un laboratorio y un equipo de investigación que «podría costar varios millones de dólares», añadió el reporte.
Globes destacó que la universidad emplea actualmente a unos 700 investigadores, pero que solamente la mitad de ellos se desempeña en terrenos que requieren laboratorios y «no todos cumplen con el estándar propuesto» en el nuevo plan.
«Por lo tanto -afirmó la publicación israelí-, el legado cambiará drásticamente el estatus de Bar-Ilan en su búsqueda de reclutar investigadores destacados».
Apostando a la resiliencia tecnológica
La universidad ya anunció que, para hacer lugar a los nuevos laboratorios, se ampliará físicamente.
Mientras tanto, algunos se instalarían en el campus de biotecnología del cercano centro médico Sheba, considerado uno de los mejores hospitales del mundo, hasta que se construyan nuevos edificios.
«Por ejemplo -señaló Globes-, se espera que el edificio de ingeniería de la universidad duplique su tamaño».
Cuando se anunció la millonaria donación, el presidente de la Bar-Ilan, el profesor Arie Zaban, dijo que el magnate que dejó el dinero era «un hombre de amplia formación académica» que «creía que el desarrollo de la resiliencia tecnológica de Israel depende principalmente de la ciencia innovadora».
Ahora, la universidad puso manos a la obra para seguir cumpliendo con esa visión.