Un estudio de investigadores israelíes descubrió que la función de las lágrimas femeninas entre los humanos tiene mucho en común con el resto de los mamíferos: detienen la agresividad masculina.
La investigación, llevada a cabo por científicos del Instituto Weizmann y publicada en la revista especializada PLOS Biology, demostró que oler las lágrimas de las mujeres reducía la actividad cerebral relacionada con la agresión en los varones.
En su momento, Charles Darwin estaba desconcertado por el lagrimeo emocional, que parecía no tener ninguna función útil (más allá del papel que desempeñan las gotas en la lubricación del ojo), por lo que concluyó que debía haber evolucionado en los humanos por casualidad.
Desde entonces, sin embargo, numerosos estudios, especialmente en roedores, demostraron que las lágrimas de los mamíferos contienen sustancias químicas que sirven como señales sociales que pueden emitirse cuando se les solicita.
Uno de sus propósitos más comunes es reducir la agresión. El líquido lagrimal de los ratones hembras, por ejemplo, contiene sustancias químicas que afectan las redes de agresión en el cerebro, reduciendo así las peleas entre los ratones macho.
Señales sociales químicas
El profesor Noam Sobel, cuyo laboratorio en el Departamento de Ciencias del Cerebro del Weizmann estudia el sentido del olfato, planteó la hipótesis de que las lágrimas humanas femeninas también contienen sustancias químicas que sirven como señales sociales.
Una investigación del equipo de Sobel, publicada en Science en el 2011, mostró que oler las lágrimas emocionales de las mujeres reducía los niveles de testosterona en los varones, lo que resultaba en niveles algo disminuidos de excitación sexual.
En el nuevo estudio, los investigadores dirigidos por la estudiante de doctorado Shani Agron, del laboratorio de Sobel, buscaron determinar si las lágrimas tienen el mismo efecto de bloqueo de la agresión en los humanos y en los roedores.
A través de una serie de experimentos, los varones fueron expuestos a las lágrimas emocionales de las mujeres o a una solución salina, sin saber qué estaban oliendo y sin poder distinguir entre los dos, ya que ambos son inodoros.
A continuación, plantearon un juego de rol de dos personas que implicaba la percepción de un «engaño» y la posibilidad de «vengarse» haciendo «perder dinero» al otro participante.
Lágrimas y «venganza»
De acuerdo con las previsiones de los investigadores, después de que los varones olieron las lágrimas emocionales de las mujeres, su comportamiento agresivo en busca de «venganza» durante el juego se redujo en aproximadamente un 44 por ciento, es decir, casi a la mitad.
Ese nivel parecía equivalente al efecto observado en los roedores, pero estos animales tienen una estructura en la nariz llamada órgano vomeronasal, que capta las señales químicas sociales.
Los humanos no tienen este órgano, entonces, ¿cómo perciben las sustancias químicas sociales en las lágrimas femeninas?
Para encontrar una respuesta, los investigadores aplicaron las lágrimas a 62 receptores olfativos humanos en una placa de laboratorio y descubrieron que cuatro de estos receptores fueron activados por las lágrimas, a pesar de que son inodoras.
Además, los investigadores repitieron los experimentos mientras examinaban los cerebros de los varones en un escáner de resonancia magnética. Las imágenes funcionales mostraron que dos regiones del cerebro relacionadas con la agresión (la corteza prefrontal y la ínsula anterior) estaban menos activas cuando los varones olían las lágrimas.
Fundamental para los bebés
«Hemos demostrado que las lágrimas activan los receptores olfativos y alteran los circuitos cerebrales relacionados con la agresión, reduciendo significativamente el comportamiento agresivo», dijo Sobel.
Estos hallazgos, añadió, «sugieren que las lágrimas son una capa química que ofrece protección contra la agresión, y que este efecto es común a los roedores y los humanos, y quizás también a otros mamíferos».
Agron aportó que es probable que este efecto gane importancia cuando la comunicación verbal es imposible, por ejemplo para los bebés, quienes «no pueden hablar, por lo que para ellos depender de señales químicas para protegerse contra la agresión puede ser fundamental».