Investigadores de la Universidad de Tel Aviv pusieron a punto un innovador sistema que permite convertir los residuos húmedos que tiramos a la basura en biocombustibles líquidos y sólidos, sin necesidad de secarlos.
Al presentar los resultados de la investigación, voceros de la universidad recordaron que, al igual que ocurre en la mayor parte del mundo, el problema de los residuos en Israel va en aumento.
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Por ejemplo, en el 2019 el país generó unas 5,8 millones de toneladas de residuos municipales, lo que supone una media de unos 1,76 kilogramos de residuos por persona y día, un 30 por ciento más que el promedio europeo.
Esta tendencia, remarcaron, aumenta cada año en torno a un 2,6 por ciento. Y, en la actualidad, alrededor del 80 por ciento de los residuos domésticos en Israel acaban en vertederos.
«Los residuos orgánicos emiten metano, un gas de efecto invernadero, y además contaminan las aguas subterráneas», dijo el profesor Alexander Golberg, quien encabezó la investigación.
Más y más vertederos
El tratamiento de los residuos «es un tema crítico», continuó Golberg, quien advirtió que los vertederos en Israel «están llegando al límite de su capacidad».
«A pesar del deseo de reducirlos al mínimo, nos vemos obligados a abrir nuevos vertederos porque no hay otra solución», lamentó el académico.
Golberg destacó que la principal ventaja del sistema desarrollado en la Universidad de Tel Aviv «es que reduciremos la necesidad de tantos vertederos».
«Los municipios invierten fondos considerables en el transporte y tratamiento de residuos, y esta solución tiene el potencial de reducir significativamente esos gastos», aseguró.
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Para el estudio -cuyos resultados fueron publicados en la revista especializada Energy Conversion and Management- los investigadores analizaron los datos surgidos de una encuesta pionera realizada en el 2018 por expertos de la Universidad de Haifa.
Aquella encuesta examinó la composición de la basura producida por 190 hogares de la norteña ciudad israelí a lo largo de una semana.
Los resultados mostraron que los residuos orgánicos medibles constituían aproximadamente el 36,4 por ciento de los desechos alimentarios y alrededor del 16,4 por ciento de los domésticos totales.
Un 80 por ciento de agua
Luego se analizó más a fondo la categoría de residuos orgánicos, que comprendía un 67 por ciento de frutas y verduras, un 14 por ciento de panes, pastas y cereales y un ocho por ciento de huevos y productos lácteos.
También un cinco por ciento de subproductos como cáscaras y pieles, un tres por ciento de carne, pescado y aves, un dos por ciento de dulces y galletas, y un uno por ciento de refrescos. En general, esos residuos orgánicos contienen alrededor del 80 por ciento de agua.
Con esos datos a la mano, señaló Golberg, en la Universidad de Tel Aviv «construimos un reactor continuo, que eventualmente será adaptable para el uso de energía solar».
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Ese reactor sirve para «calentar los desechos a 280 grados Celsius» y «reducir significativamente la cantidad de agua y oxígeno en el biocombustible», agregó.
Como resultado, explicó el profesor israelí, el combustible sólido se puede utilizar como biocarbón, que se puede quemar en plantas de energía como el carbón normal. Los biocombustibles líquidos, por su parte, «pueden propulsar aviones, camiones y barcos».
Los investigadores lograron producir biocombustible líquido con un rendimiento de hasta el 29,3 por ciento en peso y combustible sólido con un rendimiento de hasta el 40,7 por ciento en base a materia prima seca.
Las ventajas de un proceso versátil
Se trata, afirmaron, de un proceso versátil y adecuado para el tratamiento de cualquier residuo orgánico húmedo, como los desechos orgánicos de fábricas de alimentos, cocinas institucionales y hospitales.
La producción de biocombustibles puede reducir significativamente el volumen de residuos municipales enviados a los vertederos, disminuyendo así la contaminación ambiental del suelo, el agua y el aire, remarcaron los investigadores.
Además, la reducción de los vertederos reduce las emisiones de gases de efecto invernadero y disminuye la dependencia del petróleo y el carbón, mientras que la conversión de los desechos en energía también ofrece una solución local para la independencia y la seguridad energéticas.