Investigadores de la Escuela de Veterinaria de la Universidad Hebrea de Jerusalén completaron un estudio de doce años sobre los gatos callejeros en una importante ciudad del país y establecieron la mejor manera de controlar las poblaciones de estos felinos
Pandillas de simpáticos gatos merodean por las calles de todas las ciudades de Israel, y son una imagen corriente en muchos países de la región. De hecho, en el 2016 se estrenó un premiado documental, «Kedi», sobre los miles de felinos que viven en Estambul, por ejemplo.
Pero los gatos también pueden ser una amenaza a la salud de los humanos o ser agresivos. Y otro problema para nada menor es que muchos viven en malas condiciones a la intemperie.
«Si bien representan un riesgo para la salud de los humanos, destruyen una gran cantidad de vida silvestre y sufren de un bienestar deficiente -apuntó el reporte-, la mayoría de las personas se resiste a sacrificar» a los gatos «con la ferocidad con la que tratamos a ratas y cucarachas».
Los investigadores estudiaron y compararon tres métodos de control de población de gatos urbanos
Por eso, los expertos de la universidad israelí pusieron manos a la obra y analizaron los distintos métodos de control de las poblaciones felinas urbanas, para establecer cuál es la mejor, tanto para los gatos como para los humanos.
Encabezados por el profesor Eyal Klement y la doctora Idit Gunther, los investigadores llevaron a cabo por primera vez un estudio controlado de este tipo, para analizar el impacto de tres diferentes protocolos durante un período de doce años.
El estudio se centró en la ciudad israelí de Rishon LeZion, en la periferia sur de Tel Aviv, adonde se probaron diferentes métodos de control de población durante tres períodos de cuatro años.
En el primer periodo, explicaron desde la universidad, no hubo intervención poblacional sobre los gatos.
Para el segundo se aplicó un programa intensivo de esterilización en la mitad de las cincuenta zonas de la ciudad, mientras que las zonas restantes sirvieron como grupo de control donde los gatos quedaron sin ninguna intervención.
Y, en el tercer período, se aplicó la esterilización a toda la población felina de la ciudad.
Según el informe, la castración en solo la mitad de las zonas de la ciudad no redujo la población de gatos. Los investigadores atribuyeron este hallazgo «inesperado» a la inmigración de gatos no castrados a la zona de sus pares esterilizados.
El estudio tomó doce años de trabajos de control y esterilización de animales
Para la tercera etapa se logró una reducción anual del 7 por ciento de felinos, pero se observó «un crecimiento de rebote en el número de gatitos», probablemente debido a un aumento en su supervivencia debido a la falta de competencia con los animales esterilizados y menos agresivos.
«Los gatos intactos son más territoriales que sus contrapartes castrados -explicó Klement-. Una vez que se mudan a un vecindario con gatos castrados, tienden a prosperar y tomar el control».
Finalmente, la solución ideal, indicó el estudio israelí, es asegurar que el 70 por ciento de las poblaciones de gatos callejeros estén esterilizados continuamente.
Para anular el efecto rebote, Klement sugirió controlar los recursos de comida para gatos, en paralelo con las campañas del tipo Atrapado, Castrado y Devuelto (ACD) al mismo lugar donde fue encontrado, que es el método más habitual que se utiliza actualmente en Israel.
Esta combinación «se puede lograr instalando estaciones de alimentación en lugares acordados» con los vecinos y «prohibiendo la alimentación en otras áreas públicas», dijo Klement.
Programas de este tipo, completó el profesor israelí, «garantizarían que los gatos estén bien alimentados» y permitirían, de paso, «implementar fácilmente una política de castración atrapándolos cuando vienen a comer».
(Un resumen de los resultados del estudio, en inglés, se puede encontrar haciendo click aquí).