Investigadores israelíes llevaron a cabo un estudio «revolucionario» que mostró una conexión entre ciertas disrupciones en la flora intestinal, como tomar antibióticos en una etapa temprana de la vida (de bebés), con el comportamiento agresivo en la adultez.
Los resultados del estudio, encabezado por el profesor Omry Koren y la estudiante de posgrado Atara Uzan-Yuzari, ambos de la Facultad de Medicina de la Universidad Bar-Ilan, fueron publicados en la revista especializada Brain, Behavior, and Immunity.
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Koren y Uzan-Yuzari trabajaron con ratones de laboratorio y lograron establecer evidencias significativas que vincula el microbioma intestinal con el comportamiento agresivo en ratones.
La investigación exploró cómo las alteraciones en la microbiota, en particular debido al uso de antibióticos en los primeros años de vida, pueden conducir a un aumento de la agresividad.
El estudio, señalaron desde la universidad israelí, se basó en hallazgos previos que demostraron una correlación entre la exposición a antibióticos y una mayor agresividad en las moscas de la fruta.
Un paso más allá
Al utilizar modelos de ratones, los investigadores llevaron esta investigación un paso más allá y examinaron los cambios conductuales, bioquímicos y neurológicos en respuesta a las alteraciones de la microbiota.
La flora intestinal, que los científicos prefieren denominar microbiota, es el conjunto de microorganismos (bacterias, protozoos, levaduras, hongos y virus) que conviven en el intestino, incluso en el de los humanos, de forma natural.
Actualmente está también en desarrollo el concepto de microbioma, la compleja red de interacciones que esos microorganismos establecen con las células del cuerpo anfitrión.
Como parte de la investigación, el equipo de la Bar-Ilan trasplantó en los ratones microbiota derivada de bebés humanos que habían recibido antibióticos poco después de nacer.
Así lograron observar «aumentos notables en la agresión en comparación con aquellos que recibieron microbiota de bebés no expuestos a antibióticos», señaló el informe.
Los hallazgos resultaron ser «revolucionarios», afirmó el profesor Koren. «Sugieren que un microbioma alterado durante períodos críticos del desarrollo puede provocar conductas agresivas persistentes más adelante en la vida», indicó.
Evaluando la agresividad
Para evaluar la agresividad, el equipo de investigación empleó el paradigma residente-intruso, en el que se introduce un ratón extraño en la jaula de un ratón residente.
Los resultados indicaron una clara relación entre la reducción de la diversidad de las bacterias intestinales (causada por el tratamiento con antibióticos) y el aumento de la agresividad.
«Además, se observaron cambios significativos en los metabolitos y la expresión genética relacionados con la agresividad en los cerebros de los ratones», puntualizó el informe.
Según los expertos, este estudio es «particularmente notable por el uso de ratones ‘humanizados’, a los que se les implantaron bacterias intestinales humanas».
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Se trata de un enfoque que «realza la relevancia de los hallazgos para la salud y el comportamiento humanos y brinda información sobre cómo la exposición temprana a antibióticos puede determinar los comportamientos sociales futuros».
Estos descubrimientos, completó el reporte, abren nuevas puertas para entender cómo situaciones de la primera infancia podrían influir en la conducta a largo plazo y para desarrollar estrategias para mitigar esos efectos y mejorar los resultados del comportamiento social.