Un estudio de investigadores de la Universidad de Tel Aviv mostró que la actividad de aves urbanas como los cuervos y las cotorras se reduce notablemente cuando disminuye la presencia de seres humanos.
Los científicos aprovecharon la situación excepcional creada por el aislamiento con cuarentena impuesto durante la pandemia de coronavirus en el 2020 para instalar una serie de sensores de sonido en el parque Hayarkon, el gran pulmón verde de la ciudad de Tel Aviv.
Con la ayuda de la inteligencia artificial, un análisis de las grabaciones desde los primeros días del confinamiento hasta diez días después de su final mostró que la actividad de los cuervos y los periquitos o cotorras era significativamente menor.
Por ejemplo, las llamadas de los cuervos en el parque disminuyeron aproximadamente un 50 por ciento durante el confinamiento para los humanos y el canto de los periquitos de cuello anillado en el parque descendió en alrededor de un 90 por ciento.
Por el contrario, otra clase de ave que habita en la ciudad, la prinia grácil, aprovechó la falta de seres humanos en los espacios al aire libre de la zona y su presencia creció en aproximadamente un 12 por ciento.
Cuando comenzó el primer confinamiento, «nosotros, como muchos investigadores de muchos campos, identificamos una rara oportunidad de realizar experimentos de campo» para examinar «cómo se comportan los animales en ausencia de los humanos«, explicó el profesor Yossi Yovel, quien supervisó el estudio.
Miles de horas de cantos de pájaros
Muchos de esos experimentos indicaron el regreso de especies a hábitats que los humanos habían «abandonado» a causa del coronavirus, pero la mayoría se llevó a cabo a través de la observación humana, «lo que obviamente requiere humanos», destacó Yovel.
Para evitar esa «intromisión», los científicos israelíes decidieron utilizar los micrófonos (un total de diecisiete aparatos a 500 metros de distancia cada uno) «para permitirnos monitorear la actividad de las aves mientras los humanos no están presentes», continuó el investigador.
En total, los investigadores registraron 3.234 horas que contenían alrededor de 250.000 cantos de pájaros, utilizando inteligencia artificial para identificarlos.
También se tuvo en cuenta que, durante el confinamiento, la actividad humana en las zonas residenciales aumentó un 49 por ciento y la actividad humana en el parque disminuyó un 31 por ciento.
«En primer lugar -apuntó Yovel-, descubrimos que la actividad general de las aves, independientemente del COVID-19, es un 53 por ciento mayor en los parques que en las calles adyacentes». Los parques, reconoció, «son un centro de actividad para las aves, y eso siempre es así».
Los animales que dependen de nosotros
De todas maneras, el periodo de aislamiento generó un panorama complejo, ya que los cuervos y las cotorras, que normalmente subsisten con los restos de comida que deja la gente en el parque, buscaron otras vías.
Mientras que los graznidos de los cuervos y el canto de las cotorras se redujeron en aproximadamente un 50 y un 90 por ciento, respectivamente, en ausencia de los humanos, las tímidas prinias gráciles, consideradas altamente adaptables, aumentaron su actividad en cerca de un 12 por ciento.
«Estos hallazgos resaltan el hecho de que hay animales que dependen de nosotros en la ciudad, así como la flexibilidad de estos animales y la complejidad y diversidad del ecosistema urbano», concluyó Yovel.
Los resultados del estudio de los investigadores de la Universidad de Tel Aviv se publicaron en la revista especializada Elife magazine, y se pueden consultar, en inglés, haciendo clic aquí.