Un equipo de investigadores israelíes y europeos encontró en el sitio arqueológico de Gesher Benot Yaakov, en el norte de país, los restos de un enorme pez carpa cocinado con fuego hace 780.000 años
Este pescado gigante cocinado con fuego marca los primeros signos de esta forma de preparación de alimentos por parte de humanos prehistóricos, ya que los datos disponibles hasta ahora se remontaban a 170.000 años.
Además, el estudio «demuestra la alta importancia del pescado en la vida de los humanos prehistóricos, para su dieta y la estabilidad económica», señalaron las doctoras Irit Zohar, de la Universidad de Tel Aviv, y Marion Prevost, del Instituto Arqueológico de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
«Al estudiar los restos de peces hallados en Gesher Bnot Yaacov, pudimos reconstruir, por primera vez, la población de peces del antiguo Lago Hula y demostrar que tenía especies que se extinguieron con el paso del tiempo», señalaron.
Esas especies, precisaron, incluían barbos gigantes (peces parecidos a las carpas) que alcanzaban los 2 metros de largo.
«La gran cantidad de restos de pescado encontrados en el sitio -señalaron Zohar y Prevost- prueba su frecuente consumo por parte de los antiguos humanos, quienes desarrollaron técnicas de cocción especiales«.
Según las académicas, estos hallazgos muestran «no solo la importancia de los hábitats de agua dulce y de los peces que contenían para el sustento del hombre prehistórico, sino que también ilustran la capacidad» de esos humanos de «controlar el fuego» y «su comprensión de los beneficios de cocinar el pescado antes de comerlo».
Estos antepasados prehistóricos comprendían «los beneficios de cocinar el pescado antes de comerlo»
En el estudio, cuyos resultados fueron publicados en la revista especializada Nature Ecology and Evolution, los investigadores se centraron en los dientes faríngeos (utilizados para triturar alimentos duros) pertenecientes a peces de la familia de las carpas.
Esos dientes fueron encontrados en grandes cantidades en los diferentes estratos arqueológicos del sitio, informó el reporte preparado por el equipo de investigadores.
Al estudiar la estructura de los cristales que forman el esmalte de los dientes (cuyo tamaño aumenta al exponerse al calor), los expertos pudieron probar que los peces capturados en el antiguo lago Hula, adyacente al sitio, fueron expuestos a temperaturas adecuadas para su cocción y no quemados por un fuego espontáneo.
«El hecho de que la cocción del pescado sea evidente durante un periodo tan prolongado e ininterrumpido de asentamiento en el sitio da cuenta de una continua tradición» de preparación de alimentos con fuego, dijo la profesora Naama Goren-Inbar, de la Universidad Hebrea de Jerusalén y directora del sitio de excavación.
Goren-Inbar remarcó que el hallazgo de este pescado gigante cocinado con fuego es «otro de los descubrimientos relacionados con las elevadas capacidades cognitivas de los cazadores-recolectores» activos en la antigua región del Valle del Hula.
Esos grupos «estaban profundamente familiarizados con su entorno y los variados recursos que les ofrecía -continuó-. Además, demuestra que tenían un extenso conocimiento de los ciclos de vida de diferentes especies vegetales y animales».
La transición de comer alimentos crudos a cocinados tuvo implicaciones enormes para el desarrollo y la conducta humana
Haber logrado la habilidad requerida para la cocción de los alimentos «marca un significativo avance evolutivo, ya que proporciona un medio adicional para aprovechar al máximo los recursos» disponibles, estimó.
«Incluso es posible -concluyó- que la cocción no se limitara al pescado, sino que también incluyera diversos tipos de animales y vegetales».
Los investigadores destacaron que la transición de comer alimentos crudos a cocinados tuvo implicaciones dramáticas para el desarrollo y la conducta humana.
Consumir alimentos cocinados reduce la energía corporal necesaria para digerirlos, permitiendo el desarrollo de otros sistemas físicos.
Ese cambio liberó a los humanos del trabajo diario intenso de buscar y digerir alimentos crudos, proporcionándoles tiempo libre, a fin de desarrollar nuevos sistemas sociales, recordaron.
Además de Goren-Inbar, Zohar y Prevost, de la investigación participaron también expertos de la Universidad Bar Ilan, en cooperación con el Museo de Historia Natural de Londres y la Universidad Johannes Gutenberg de Mainz, en Alemania.