Es uno de los recintos gastronómicos más cotizados y mejor calificados de la Tel Aviv gourmet, con una ambientación estupenda y la promesa de que los ingredientes llegan directamente desde la huerta, pero donde también hay que pagar… 132 shekels (casi 40 dólares) por una ensalada!
El restaurante Claro, ubicado en la zona comercial de la calle HaArba’a, a pocos pasos de la Cinemateca de Israel, está dirigido por el chef Ran Shmueli, uno de los más respetados del país. Su cocina es básicamente mediterránea y se presenta de manera «relajada», aseguran sus dueños.
Los precios, por su parte, no son tan relajados. Pero la calidad, según las reseñas de los críticos gastronómicos, es una apuesta segura.

El brunch de los sábados que enamora a los críticos
Uno de esos comentaristas, Rita Goldstein, del portal noticioso Mako, pasó por el local de Claro para disfrutar los platillos del brunch de los sábados y emitir su opinión profesional.
«No hay nada que los israelíes amen como los grandes desayunos, y el brunch es simplemente una excusa para extender aún más las horas en las que es legítimo» servirlos, escribió Rita.
Por eso, añadió, «no es de extrañar que esta comida intermedia se haya convertido en una adicción nacional, en la cocina de la casa o afuera».
En este caso, se trata de un espacio de alto diseño «casual», que no desentonaría en las zonas más cool de Nueva York, por ejemplo. Hay un barman y desde la cocina salen «bandejas del enorme desayuno para dos, con quesos, pasteles y tentador salmón rosado marinado».
La crítica de Mako evitó la opción del desayuno completo y prefirió explorar los diferentes platillos del menú del restaurante, que cuenta además con una filial en Londres.
«Queríamos probar tantos platos como fuera posible, y la moderación no es parte de la definición del trabajo de esta columna», confesó Goldstein, que arrancó con un tartar de atún con uvas y wasabi sobre labneh ahumado a un costo de 88 shekels (algo más de 25 dólares).
Una ensalada niçoise, postres y una cuenta para recordar
Luego pasó a la ensalada niçoise de la casa, que en su caso lleva atún, caballa confitada, huevo pasado por agua, patatas, ejotes (porotos verdes o chauchas) y surtido de lechugas.
Marcando 132 shekels (casi 39 dólares), se trata de «un precio asombroso para un plato que comienza con la palabra ensalada», reconoció la comentarista.
Pero, al parecer, valió la pena (en especial porque la versión que le acercaron a Rita tenía ingredientes extra respecto de lo que aparece en el menú online).
«Una ensalada, pero oh, qué ensalada», resumió la crítica, según la cual se trató de un plato «con todo lo que es divertido comer», incluyendo el pescado confitado que «se derrite en la boca, es moderadamente graso» y está «suavemente sazonado.»
Además, por supuesto, de las papas, la lechuga, los huevos y unas sardinas «ligeramente en escabeche» que «realzaban los sabores de todo lo que los rodeaba docenas de veces».
Comer aquí, admitió la enviada de Mako, «no es un evento barato y hay que reservar con anticipación» porque está siempre lleno. «Pero ya en la entrada sentirás que llegaste a un restaurante que sabe lo que hace», completó después de elogiar el menú en general y los postres.
En ese renglón, el local ofrece desde el modesto budín de pan (por 62 shekels, apenas unos 18 dólares) al París-Brest (una deliciosa tarta hecha de una masa parecida a los profiteroles que en Claro rellenan con crema chantilly, a 66 shekels, poco más de 19 dólares).
Para acompañar los postres, el menú de este espacio de la Tel Aviv gourmet propone oporto, grapa y vinos dulces locales, bebidas ideales para prepararse a recibir la cuenta (que en el caso de Rita, quien también probó la hamburguesa y otros platos, fue de 572 shekels, unos 167 dólares).