Los descendientes de lo que fue una rica familia judía de Bagdad iniciaron juicio al estado de Francia por usar la mansión de sus antepasados como embajada en Irak, pero sin pagarles el alquiler.
La familia Lawee tenía la concesión del gigante automotriz General Motors para parte de Medio Oriente y llevaba una fastuosa vida en Bagdad, en especial en su mansión con grandes columnas, piscina y palmeras, cocinero y chofer.
Todo era magnífico hasta 1951, cuando la enorme mayoría de los judíos iraquíes tuvo que abandonar el país, empujados por la represión antisemita que estalló en ese país, y en casi todo el mundo árabe tras la creación del estado de Israel en 1948.
Los hermanos Lawee, Ezra y Khedouri, debieron dejar todo atrás (incluyendo la mansión), pero a diferencia de muchos otros compatriotas que emigraron hacia Israel, prefirieron dirigirse a Canadá, donde se instalaron, con buena fortuna, en Montreal.
Ahora, décadas después, Philip Khazzam, nieto de Ezra Lawee, presentó una demanda contra el gobierno francés, que comenzó a usar la mansión familiar como embajada en la década del ’60.
El problema es que las autoridades de París abonaron la renta a la familia Lawee durante algunos años, pero a partir de fines de los ’70 del siglo pasado pasaron a pagar el alquiler al entonces nuevo régimen de Saddam Hussein.
Pagando al propietario equivocado
Khazzam y sus abogados calcularon que el estado francés debe más de 20 millones de dólares y que la cifra sigue aumentando, ya que la diplomacia de París sigue ocupando la mansión Lawee y pagando el alquiler al tesoro iraquí.
Francia lleva cincuenta y cinco años en la residencia «sin pagar alquiler a la familia propietaria», le dijo Khazzam al diario canadiense The Globe and Mail. ¿El país europeo se muestra al mundo como un líder en derechos humanos «y esto es lo que hace?», se preguntó.
Khazzam aseguró que, «más allá de las cuestiones legales y económicas, la familia desea reivindicar moralmente el mundo desaparecido» de los judíos iraquíes, «que todavía apreciamos».
«Beit Lawee, que sorprendentemente se mantiene en pie tras décadas de dictadura y guerra, sigue siendo un poderoso símbolo de todo lo que han perdido», afirmó Khazzam, un conocido empresario en Canadá.
La mansión «no es solamente una casa», dijo el nieto de Ezra Lawee, quien remarcó que «todos estamos muy orgullosos de nuestra herencia iraquí» y la residencia fue, «durante mucho tiempo, un lugar mágico para que vivieran nuestras familias».
Reparaciones multimillonarias
Para el portal Point of No Return, dedicado a los problemas que aquejan a los refugiados que tuvieron que escapar de los países árabes y sus descendientes, la embajada de Francia en Irak es uno de esos «raros casos» que pueden sentar precedente.
El involucramiento de «un gobierno occidental y democrático» en el caso representa «una oportunidad excepcional» para avanzar en la compensación por los «miles de millones de dólares en propiedades confiscadas a judíos de Medio Oriente» en las décadas del ’40 y ’50».
«Pocos esperarían que los regímenes antidemocráticos de Egipto o Jordania cumplieran con tales reclamaciones, pero la cuna de la Ilustración es quizás otra historia», se esperanzó Khazzam.
Las reparaciones para los judíos que debieron dejar prácticamente todas sus pertenencias atrás cuando comenzó la persecución en las naciones árabes es un tema muy espinoso del que poco se habla públicamente.
A mediados del 2019, cuando se desempeñaba como ministra de Igualdad Social, la dirigente israelí Gila Gamliel dijo que, según estimaciones gubernamentales, a los cerca de 850.000 refugiados judíos les corresponde una reparación global de 250.000 millones de dólares.













