Cada vez que llega Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío, en las sinagogas del mundo se escucha un sonido peculiar y estremecedor: el del shofar, un cuerno de carnero que se sopla como parte central de la liturgia.
No es un adorno ni un detalle folclórico, sino un símbolo cargado de historia y de significados.
En la Biblia hebrea, Rosh Hashaná se describe como «un día de toque de shofar» o «un día de teruá«, término que alude a un clamor fuerte. Desde entonces, el cuerno se asocia a la idea de un llamado, un despertar y una señal de renovación espiritual.
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Una de las tradiciones más conocidas vincula el shofar con el episodio bíblico del sacrificio de Isaac, cuando un carnero reemplazó al hijo de Abraham. Escuchar su sonido remite a la fe y la entrega, así como a la compasión y la preservación de la vida.
El shofar también está ligado a la revelación en el monte Sinaí, donde según la tradición el pueblo de Israel escuchó un estruendo similar mientras recibía la Torá. Ese momento lo convirtió en un símbolo de encuentro con lo divino y de conexión espiritual.
No es un objeto musical en sentido convencional. Como recuerda un artículo de My Jewish Learning, «el shofar no es un instrumento musical, sino un objeto ritual cuyo sonido está destinado a inspirar asombro e introspección».
El cuerno se fabrica a partir de animales kosher, principalmente carneros, y cada pieza tiene un timbre único. La Halajá prohíbe usar cuernos de vaca, para no evocar el pecado del becerro de oro, y cuando es posible se prefiere que sea curvo, evocando la humildad y la inclinación del corazón ante Dios.
Los sonidos del shofar
Otro detalle que resalta la tradición es la dimensión espiritual del shofar. «El sonido del shofar -apunta un texto del portal Morashá– es una oración sin palabras cuya elocuencia ninguna expresión podría transmitir.” Este principio subraya que su significado trasciende la música: es un llamado directo a la introspección.
En la liturgia de Rosh Hashaná se distinguen tres tipos de toques principales: tekiá (una nota larga y sostenida), shvarim (tres notas entrecortadas), y teruá (una serie de sonidos cortos y rápidos). La secuencia completa finaliza con el tekiá gedolá, una nota prolongada que llena el espacio y el tiempo.
Cada uno de estos sonidos tiene un sentido simbólico: tekiá transmite firmeza y claridad, shvarim expresa lamentos o quebranto, y teruá evoca urgencia y llamado al cambio. Juntos, buscan conmover y despertar la conciencia de quienes los escuchan.
Tiene además una dimensión colectiva. Su sonido convoca a toda la congregación a un mismo acto de reflexión y memoria, reforzando la idea de comunidad y participación compartida en la solemnidad del Año Nuevo.
Históricamente, el shofar tuvo otros usos además de Rosh Hashaná: anunciaba batallas, coronaciones, festividades y acontecimientos públicos importantes. Su sonido funcionaba como un mensaje claro y urgente, entendible incluso sin palabras.
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Más allá de la función religiosa, escuchar el shofar es una experiencia que trasciende la fe. Su sonido primitivo, áspero y directo tiene el poder de captar la atención y despertar la introspección, sin importar la tradición personal del oyente.
Durante Rosh Hashaná, la obligación de escuchar los toques de shofar se complementa con un momento de meditación y examen de conciencia. Cada nota sirve como recordatorio de que la renovación del año comienza por dentro.
Historia. Y futuro
También conecta pasado y futuro. Su llamado recuerda la historia y los eventos fundacionales del judaísmo, al mismo tiempo que proyecta la esperanza de reparación, renovación y transformación personal.
Incluso quienes no participan directamente de la celebración pueden percibir un mensaje universal: detenerse, reflexionar sobre los actos propios y retomar un rumbo más consciente y deliberado.
El shofar es un instrumento sencillo en su forma, pero profundo en su significado. Cada Rosh Hashaná, su sonido continúa siendo un puente entre tradición, memoria y presente, invitando a abrirse a la introspección y a la renovación anual.












