Es sabido que el bajista inglés Roger Waters tiene un odio enfermizo por Israel, pero eso no les importa a los científicos del Technion, quienes afirman que la música que compuso junto a sus compañeros del grupo Pink Floyd puede ayudar a tratar el Alzheimer.
Las canciones de la banda británica son de las más influyentes del rock psicodélico, siempre asociado con «alteraciones» de la mente. Pero los investigadores de la universidad israelí aseguran que escucharlas realmente tiene un efecto en las células cerebrales y podría hacerlas más susceptibles a futuros terapias para el Alzheimer, y el Parkinson.
El sorprendente hallazgo proviene de un estudio en el que los científicos reprodujeron el éxito global de la banda de 1979, Another Brick In The Wall (Otro ladrillo en la pared, del álbum The Wall), y monitorearon su impacto en las células cerebrales de humanos y ratones.
Así fue que descubrieron que los sonidos de baja frecuencia de la canción hacían vibrar las células y provocaban que ciertas partes del cerebro se activaran, lo que indica una mayor actividad y desencadena la liberación de ciertas proteínas.
Ondas sonoras para la medicina de precisión
Este aumento de la actividad podría ayudar a los científicos a administrar medicamentos para tratar afecciones neurológicas complejas directamente al cerebro, según investigadores del Technion, el reconocido instituto tecnológico de Haifa, en el norte de Israel.
La administración de agentes terapéuticos al cerebro, en particular a las neuronas, «es crucial para el avance de los tratamientos de enfermedades neurológicas», recordaron los líderes del estudio, el profesor israelí Avi Schroeder y la doctora española Patricia Mora-Raimundo.
En los resultados publicados en el Journal of Controlled Release, los científicos dijeron que «un enfoque no invasivo que utiliza música para mejorar la administración de nanopartículas lipídicas (LNP) al cerebro» podría «mejorar la absorción de fármacos».
Las LNP ya demostraron un potencial significativo en la aplicación de diversas terapias y se vienen explorando «diversas estrategias para mejorar su administración cerebral», destacó el reporte.
Ahora, remarcaron los investigadores, llegó el momento de pensar en «el potencial de las ondas sonoras audibles, es decir, la música, para mejorar la captación neuronal de las nanopartículas y su penetración cerebral».
El bajo que hace vibrar el cerebro
«Cuando entras a una sala de baile y escuchas el golpeteo del bajo, sientes como si tu cuerpo vibrara: eso es lo que le pasa al cerebro cuando suena Pink Floyd«, le dijo al Daily Mail el profesor Schroeder.
Ese sonido de baja frecuencia continuó el investigador israelí, puede convertirse en «una herramienta valiosa para mejorar la administración de fármacos a áreas cerebrales específicas».
«Abre nuevas posibilidades para la medicina de precisión, donde las ondas sonoras se adaptan para activar regiones cerebrales específicas y así tratar de forma específica trastornos neurológicos como el Alzheimer y el Parkinson«, enfatizó.
Los tratamientos para esas dos enfermedades degenerativas son limitados y solo retrasan la progresión de la enfermedad. Una de las alternativas más prometedoras es la terapia génica, capaz de estimular las células cerebrales sanas o reparar o reemplazar genes defectuosos.
Para avanzar en ese frente, equipos como los del Technion están investigando las LNP como una forma de administrar esas terapias.
Citando el reporte de la universidad israelí, el Daily Mail dijo que los voluntarios humanos que participaron del estudio fueron expuestos a diferentes tipos de música a distintas frecuencias mientras estaban dentro de un escáner de resonancia magnética.
Otro ladrillo en la pared, la canción de Pink Floyd, «fue el más exitoso en generar actividad en áreas clave del cerebro», completó el diario en su nota sobre el avance del Technion sobre el Alzheimer.













