Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío, es una de las festividades más importantes del calendario. Lo celebramos con cenas especiales, la dulce miel en las manzanas y el resonante sonido del shofar.
Sin embargo, a diferencia de la mayoría de las fiestas judías, que duran solo un día en Israel, Rosh Hashaná se celebra durante dos días tanto en Israel como en la diáspora. ¿Se preguntaron alguna vez por qué? La razón es una fascinante historia de astronomía y comunicación.
El «problema» de la luna nueva
En la antigüedad, el calendario judío no estaba preestablecido. El inicio de cada mes dependía de la observación de la luna. Para declarar el inicio de un nuevo mes (Rosh Jodesh), el Sanedrín, el tribunal supremo judío en Jerusalén, necesitaba que dos testigos confiables confirmaran que habían avistado la primera astilla de la luna nueva.
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Cuando los testigos llegaban y el Sanedrín lo confirmaba, se encendían fogatas en la cima de las colinas para transmitir rápidamente la noticia a todas las comunidades. Así, todos sabían cuándo comenzaba el nuevo mes.
Pero Rosh Hashaná presentaba un desafío único: es la única festividad que cae en el primer día del mes. Como la luna nueva es muy difícil de ver, nadie sabía de antemano en cuál de los últimos días del mes anterior ocurriría el avistamiento.
De la incertidumbre a la tradición
Esta incertidumbre creó un problema logístico, especialmente para las comunidades judías que vivían lejos de Jerusalén.
Los mensajeros que viajaban a caballo no podían llegar a tiempo a las comunidades que se encontraban a cientos, o miles de kilómetros de distancia, para anunciar el comienzo del nuevo mes.

La solución fue simple y práctica: por las dudas, lo celebraban durante dos días. De esta forma, sin importar cuándo se hubiera declarado el mes en Jerusalén, sabían con certeza que al menos una de las dos jornadas era la correcta.
Con el tiempo, esta costumbre se arraigó y se mantuvo incluso cuando se estableció un calendario judío fijo, que ya no dependía del avistamiento de la luna.
Una ley para la diáspora se vuelve universal
Aunque el problema de la distancia desapareció con el calendario fijo, los rabinos de la época decidieron que la costumbre de celebrar dos días se mantendría.
El segundo día de las festividades, conocido como Iom tov sheni shel galuyot (el segundo día festivo de la diáspora), se convirtió en una tradición tan fuerte que incluso las comunidades en Israel la adoptaron, aunque no la necesitaran.
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De esa forma, manifestaban su férrea conexión con los judíos en el exilio y mantenían una tradición que los unía.
Así, Rosh Hashaná es la única festividad judía que dura dos días en todo el mundo. Es un recordatorio de la fragilidad del pasado y una celebración de la resiliencia que mantiene al pueblo judío unido a lo largo de los siglos.