Después de sobrevivir penosamente durante décadas como una ruina fantasmal, llega el adiós definitivo para el hospital judío de Buenos Aires que, en sus momentos de gloria, recibió la visita de Albert Einstein y atendió al astro del fútbol Diego Maradona y hasta a Juan Perón.
El enorme edificio de casi 8.900 metros cuadrados, ubicado en el barrio de Flores, en el corazón de la capital argentina, fue adquirido recientemente por la desarrolladora inmobiliaria IRSA en 6,8 millones de dólares, que todavía no definió el futuro del predio.
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Algo es seguro: en el lugar se levantará un proyecto residencial o comercial, o una combinación de ambos, pero nunca más un centro de salud como el que supo ser el orgullo de la comunidad judía de Buenos Aires.
De todas maneras, parte del edificio, construido en 1916, está protegido como patrimonio arquitectónico, por lo que deberán mantenerse muchas de sus bellas estructuras.
IRSA (Inversiones y Representaciones Sociedad Anónima), que curiosamente es propiedad de un empresario argentino judío, Eduardo Elsztain, ya tiene experiencia en ese tipo de reciclaje, ya que -por ejemplo- convirtió el mítico Abasto de frutas y verduras de Buenos Aires en un shopping que mantiene su icónica fachada.
El objetivo para el edificio del Hospital Israelita es «recuperar y poner en valor» ese espacio «emblemático de la ciudad», señaló IRSA en un comunicado citado por el portal argentino El Economista, que confirmó que la compañía de Elsztain «ya abonó la totalidad del monto» y está analizando «distintos destinos posibles para el inmueble».
Según destacaron desde la desarrolladora inmobiliaria, el proyecto se enmarca en su «estrategia de revitalizar activos urbanos con alto potencial, contribuyendo a la renovación de distintos sectores de Buenos Aires».
Los problemas económicos
«Como muchos otros hospitales de comunidades migrantes -el español y el francés, entre los más conocidos-, el Israelita también atravesó graves problemas económicos«, recordó el diario argentino Clarín en una de las tantas notas de la amplia cobertura que se está dando a la venta.
El diario señaló que con el concurso preventivo de acreedores del 2001 comenzó para el hospital judío porteño «un largo proceso que culminó con la declaración de quiebra de la Asociación Israelita de Beneficio y Socorros Mutuos Ezrah», la titular del centro médico.
A partir de ese momento, la justicia procedió a la liquidación de sus activos para cubrir las deudas y pasivos y la desarrolladora IRSA, la más grande del país y cercana al presidente Javier Milei, «resultó adjudicataria de la propiedad en el remate».
Clarín destacó que el edificio está protegido de manera predeterminada al igual que todas las estructuras levantadas antes de 1941. Pero se trata de una protección cautelar y no definitiva. «Al tener un valor patrimonial, cualquier solicitud de obra o demolición debe ser denegada hasta que se resuelva si la protección será permanente», alertó el diario.
Vecinos consultados por el periódico describieron inquietantes escenas en el predio donde funcionó el hospital judío. «Aunque ya no operaba como hospital, había partes del edificio que estaban subalquiladas» y «todo era muy irregular», aseguraron.
«Una madrugada de invierno, en plena pandemia de coronavirus», el gobierno de la ciudad de Buenos Aires «organizó un operativo con ambulancias para trasladar a viejitos que vivían en un geriátrico ilegal, adentro del hospital», relató una residente de la zona.
Frente a la melancólica transformación de un icónico hospital en futuras viviendas o un centro comercial, otro vecino se resignó: «peor es que esté abandonado y sin uso».
Un «emblema» de Buenos Aires
Por su parte, el diario La Nación, que también le dedicó un largo artículo a esta historia, dijo que el hospital era «un emblema» de la ciudad que fue visitado por Einstein durante su viaje sudamericano y que en sus salas se atendieron Maradona y el presidente Perón, quien mantenía muy buenas relaciones con las organizaciones de la comunidad judía.
El Israelita tuvo su momento de esplendor en las décadas del ’40 y del ’50 del siglo pasado, apuntó el historiador Roberto D’Anna, presidente del museo del barrio de Flores. El sanatorio, indicó, nació del esfuerzo de la asociación Ezrah, fundada en 1900 por el rabino Henry Joseph.
Gracias a los aportes de inmigrantes e hijos de inmigrantes de la comunidad judía -una de las más grandes del mundo- y de donaciones de empresas, el edificio se levantó sobre la avenida Gaona con el diseño del arquitecto francés Jacques Braguinsky y en pocos años se convirtió en un prestigioso hospital.
«Todas las ventanas poseían hermosos trabajos de mayólicas» y «en la puerta principal se encontraba reproducido el doble triangulo de David, que también se halla en todos los motivos decorativos», se lee en un artículo del Museo de Flores sobre aquel hospital judío de Buenos Aires.
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El Hospital Israelita llegó a tener en sus mejores épocas hasta 1.300 empleados, y era visitado por decenas de miles de pacientes, obviamente tanto judíos como no judíos. Algunos relatos aseguran que por sus pasillos pasaron figuras enormes como Jonas Salk y Albert Sabin.
Dentro de algunos años, por esos mismos pasillos, reciclados, posiblemente pasarán adolescentes buscando las zapatillas de moda mientras sus padres se entretienen en un multicine o un patio de comidas.












