En Israel se puede medir la economía de muchas maneras, pero pocas resultan tan intuitivas como el Falafel Index, o Índice del Falafel.
Ese es el recurso que eligió el profesor Ilan Alon para sintetizar una preocupación creciente: la vida cotidiana se está volviendo demasiado cara, demasiado rápido.
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No hace falta un estudio de cincuenta páginas para entenderlo: basta mirar cuánto cuesta un falafel, dejó entender el académico israelí en una reciente columna de opinión en el portal Ynet.
Alon destacó que, en el 2005, «un falafel en pan pita costaba entre cinco y diez shekels», y que en este 2025 es normal pagar de veinticinco a treinta shekels por el mismo platillo.
«Mientras tanto, el salario promedio aumentó de aproximadamente 7.000 14.000 shekels: en teoría, eso parece bien, pero en la práctica, significa que con el salario se pueden comprar menos almuerzos, apartamentos más pequeños y vacaciones más cortas», señaló.
Este índice del falafel, el precio minorista del plato más común y difundido de Israel, «se quintuplicó en dos décadas, mientras que los salarios simplemente se duplicaron». La aritmética, agregó el columnista, «es simple, pero el mensaje es contundente: nuestros ingresos no se ajustaron a nuestro apetito».
Qué es el Índice del Falafel
El Índice del Falafel es una medida informal que compara el precio del falafel en pita con la evolución de los salarios en Israel. Actúa como un equivalente regional del Big Mac Index y permite mostrar hasta qué punto el costo de vida crece más rápido que el ingreso promedio.
Tel Aviv como espejo del país
Israel conoce este proceso desde hace tiempo, y Tel Aviv fue su laboratorio más visible. Cuando se convirtió en la ciudad más cara del mundo, algo quedó claro: un país chico con empresas muy ricas puede producir distorsiones muy grandes.
En el 2021, la popular ciudad sobre el Mediterráneo, el corazón económico del país, llegó a liderar el ranking global de costos por una mezcla explosiva: alquileres que vuelan, servicios que no dejan de encarecerse y un ecosistema tecnológico que, con sueldos en dólares, empuja todo el mercado hacia arriba.
Incluso cuando meses después Tel Aviv abandonó el primer puesto, siguió entre las diez urbes más caras del planeta, prueba de que la tendencia no se había revertido sino apenas moderado.
Ese mismo desequilibrio -un país diminuto con sectores capaces de pagar precios de Hong Kong o Singapur- es el que, según Alon, termina filtrándose en productos que deberían ser simples, accesibles y universales.
«La inflación oficial puede estar en torno al 3-4 por ciento, pero la inflación experimentada, la que sienten las familias, es mucho más alta cuando incluye comida, vivienda y transporte», explicó el profesor israelí.
El problema, concluyó, no es falta de riqueza, sino su distribución: «Israel exporta inteligencia, pero importa crisis de asequibilidad».
Un índice con historia
La idea del Falafel Index no nació ahora. Ya en el 2011, la revista en árabe Al Majalla lo mencionó como una alternativa regional al Big Mac Index, justamente porque el sándwich de falafel refleja mucho mejor el consumo cotidiano en Medio Oriente.
En el 2014, Forbes retomó el concepto y lo presentó como un indicador más adecuado para medir el poder adquisitivo regional, explicando por qué el Big Mac no sirve en países donde casi nadie lo consume y donde los costos de operar un local de comida rápida internacional no representan la realidad local.
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A diferencia del Big Mac, el falafel es un alimento popular, barato en su origen y con ingredientes similares en toda la región: pita, vegetales, tahina y pickles.
Forbes destacó que esta homogeneidad -y el hecho de que la mayoría de los puestos son locales, no franquicias globales- hace que el índice sea más representativo para comparar cuánto puede comprar realmente la gente.













