Cuando se inauguró en febrero de este año, el Big Fashion Glilot, en la periferia norte de Tel Aviv, se posicionó rápidamente como el centro comercial top de Israel, pero pocos sospechaban que iba a terminar desatando una guerra por el respeto de las reglas de descanso del Shabat.
Una legislación que se remonta a 1951, pocos años después de la creación del estado de Israel en 1948, prohíbe a la mayoría de las empresas emplear trabajadores judíos en Shabat, permitiendo solo a los no judíos trabajar en tiendas y otros lugares de trabajo no esenciales.
Quienes no respeten esas normas pueden ser castigados con multas de más de 40.000 shekels (unos 11.000 dólares) por cada infracción.
Gran parte de los centros comerciales del país directamente cierran sus puertas el viernes a la tarde y recién vuelven a operar los domingos. En todo caso, más allá de esos casos, la aplicación de la ley venía siendo leve a lo largo del país. Hasta que llegó el caso del mall de Glilot.
La nueva joya en la corona de la cadena Big, este centro comercial que se levantó con una inversión de 2.700 millones de shekels (cerca de 745 millones de dólares), cuenta con 160 locales en una enorme superficie de 43.000 metros cuadrados.
Todas las grandes marcas nacionales e internacionales que operan en el país corrieron a alquilar sus espacios, nadie quería quedarse afuera del fastuoso emprendimiento. Por ejemplo, el gigante español Zara abrió en Glilot su nueva tienda insignia.
La promesa de un sábado de shopping
Esa colección de grandes nombres ya era suficiente para llamar la atención de la mayoría de los israelíes, aficionados al shopping y a pasar varias horas recorriendo los centros comerciales comprando, comiendo, tomando café o simplemente paseando con amigos o familiares.
Pero el Big Glilot arrancó con otra gran promesa: el centro abre los sábados, el día de la semana en que la actividad comercial en Israel se reduce dramáticamente por el Shabat, la jornada de descanso de la religión judía.

En uno de sus primeros fines de semana de operación, el Big Glilot fue noticia por convocar cerca de 150.000 visitantes, causando -de paso- una importante congestión de tránsito en sus alrededores.
Pero, lentamente, el centro comercial fue atrayendo a la prensa por otra razón. De a poco comenzaron a aparecer los problemas por tener sus puertas abiertas en Shabat y los reportes sobre multas a los titulares de tiendas del centro comercial.
En un largo reportaje sobre el tema, el portal Times of Israel contó que la decisión de abrir los sábados «atrajo no solo a masas de compradores, sino también a una avalancha de escrutinio, colocando al centro comercial en el centro de una furiosa controversia».
La polémica, que surge y se calma periódicamente (por ejemplo, cada tanto se renueva el reclamo por transporte público en Shabat), está «enfrentando a sus propietarios» y al alcalde de Glilot «con tribunales, ministerios gubernamentales y manifestantes ultraortodoxos».
Reavivando tensiones latentes
Según el periódico, al hacer «caso omiso de las leyes que prohíben que los centros comerciales en Israel operen en Shabat», el Big de Glilot «reavivó las tensiones latentes desde hace mucho tiempo entre los valores religiosos y las libertades personales».
De paso, «aparentemente» rompió «un statu quo según el cual los negocios que permanecían abiertos en Shabat en áreas seculares eran ilegales pero tolerados en silencio».
Gerentes de algunas de las tiendas, entrevistados por el portal durante un día de semana, dijeron que los inspectores del Ministerio de Trabajo llegan «todos los sábados» en busca de locales que empleen a trabajadores judíos en violación de la ley.
Para Times of Israel, está bastante claro que el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu, donde tienen un gran peso los partidos religiosos, «busca formas de obligar al centro comercial a cerrar en Shabat».
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Ninguna de las marcas que se instaló en el centro comercial «sabía que esto iba a suceder cuando abrimos aquí», y la situación «está perjudicando nuestras ventas -dijo uno de los entrevistados-. Espero que, con el tiempo, todo esté abierto en Shabat sin estas inspecciones».
El informe destacó que esta avanzada se extiende más allá del Big de Glilot. Por ejemplo, el ministro de Trabajo, Yoav Ben-Tzur, del partido ultraortodoxo Shas, impuso en abril una multa de 280.000 shekels a una tienda abierta en Shabat en un centro comercial en la vecina Herzlia.
«Ben Tzur dejó en claro que la multa era una advertencia dirigida» al centro comercial de Glilot, «diciendo que las tiendas en el nuevo y deslumbrante centro comercial enfrentarían el mismo destino si entran en conflicto con la ley».
Optimistas y pesimistas
Times of Israel aseguró que los propietarios de Big Glilot «insisten en que el centro comercial permanecerá abierto en Shabat porque es ‘parte de ser un estado democrático y liberal'».
Pero otro de los gerentes entrevistados fue menos optimista. En algún momento de esta batalla, «más tiendas comenzarán a cerrar en Shabat, y luego ya nadie vendrá» al nuevo centro comercial, opinó.
Entretanto, agregó, «el público ya está confundido y eso está perjudicando los ingresos», por lo que «creo que el centro comercial probablemente tendrá que rendirse en los próximos meses».
La encargada de un local de ropa, en cambio, se mostró realista y comprensiva. «La situación no es tan mala para nosotros -describió-: los empleados judíos trabajan durante la semana, y los no judíos trabajan en Shabat, es bueno para nosotros y es bueno para ellos«.
Finalmente, el gerente de un local que cierra los sábados aportó su mirada, afirmando: «no creo que sea bueno que el centro comercial esté abierto en Shabat». Las personas, completó, «necesitan descansar una vez a la semana» y «eso no es solo una ley religiosa, también se trata de vivir como un ser humano».