Investigadores de la Biblioteca Nacional de Israel (BNI) hallaron en los archivos de la institución, en Jerusalén, una colección de manuscritos que revelan la cruel cara de la Inquisición en Portugal, incluyendo detalles de los juicios conocidos como autos de fe y de las torturas a los judíos conversos
Los textos se encontraban en los Archivos Centrales de Historia del Pueblo Judío de la BNI. Se trata de un manuscrito del siglo XVIII que consta de unas 60 páginas que documentan los primeros 130 años de actividad del tribunal de la Inquisición, principalmente en Lisboa.
Estas páginas, revelaron los expertos, documentan los juicios llevados a cabo por los inquisidores, «que a menudo interrogaban a familias enteras de conversos acusados de seguir practicando el judaísmo en secreto».
La Inquisición en Portugal había comenzado en 1536 a pedido del rey João III, quien pidió a la Iglesia católica local que reaccionara frente a la llegada masiva al país de miles de «anusim», los judíos que se habían visto obligados a convertirse y que huían de la persecución en España.
Un artículo de la BNI, que acompaña la presentación de los documentos, recordó que las conversiones forzadas y la persecución por parte de los tribunales de la Inquisición «aislaron brutalmente a cientos de miles de judíos de su religión, aunque se desconoce el número exacto de víctimas».
Miles de judíos y judíos conversos habían llegado a Portugal escapando de la Inquisición en España
La Inquisición portuguesa -señala el artículo, preparado por el doctor Yochai Ben-Ghedalia, «incluía castigos particularmente crueles, a menudo llevados a cabo ante grandes multitudes que se reunían para ver los autos de fe», los tristemente célebres rituales públicos de penitencia para herejes y no creyentes.
Los juicios cesaron después de unos 250 años, aunque la Inquisición de Portugal no se abolió oficialmente sino hasta 1821.
Doscientos años después, en el 2020, el Parlamento portugués declaró el 31 de marzo como el día oficial de la Memoria de las Víctimas de la Inquisición.
Esa iniciativa sin precedentes del parlamento de Lisboa «es indicativa del deseo del gobierno de Portugal de reconocer el trauma histórico de los muchos que fueron torturados o castigados a lo largo de los años por la monarquía y la Inquisición», apuntó Ben-Ghedalia.
La colección de manuscritos, publicada con el título «Memoria de todos os autos da fé que setem feito em Lisboa» -y que se puede consultar online en el website de la Biblioteca, haciendo click aquí-, incluye decenas de páginas en portugués que documentan sucintamente los autos de fe.
Son los reportes sobre juicios públicos celebrados en la capital portuguesa entre los años 1540 y 1669, con una breve mención de los juicios que tuvieron lugar en la ciudad de Tomar, unos 140 kilómetros al norte de Lisboa.
Muchos «anusim» siguieron «observando rituales judíos en sus hogares en secreto»
«Junto a las fechas y lugares exactos de los juicios, el manuscrito cita los nombres de los sacerdotes que pronunciaron los sermones», que servían para «fomentar la disciplina religiosa entre las masas cristianas» y eran «parte importante» del proceso, tanto que «se imprimieron y difundieron por separado», indicó el experto de la BNI.
Los manuscritos, continúa Ben-Ghedalia, contienen también el número de hombres y mujeres acusados de herejía «y cita la cantidad de personas quemadas en la hoguera». Entre los procesados había «cristianos nuevos» acusados de «judaizar», precisa.
Sin embargo, de las páginas recientemente descubiertas parece que la práctica religiosa no fue la única razón de las persecuciones. Algunos «cristianos viejos» (acusados que provenían de familias sin antecedentes judíos) fueron condenados por sodomía, bigamia, posesión de libros prohibidos y sacrilegio.
El castigo mencionado en las páginas es el exilio a bordo de «un barco de galeras», lo que esencialmente significa trabajo esclavo.
Ben-Ghedalia comenta que, a lo largo de los siglos, la mayoría de los «anusim» en Portugal abandonaron cualquier señal de sus raíces judías que pudiera delatarlos: la circuncisión, la inmersión en la mikve y la observancia de las festividades.
«Algunos, sin embargo, continuaron observando rituales judíos en sus hogares en secreto, o conmemorando días festivos, a menudo varios días después de la fecha real», dice el investigador.
Por ejemplo, para confundir a los inquisidores, «algunos celebraban en secreto Iom Kipur y Pésaj con retraso, o encendían velas de Shabat dentro de vasijas de cerámica para ocultar las llamas», mientras que a los niños no se les permitía asistir a las ceremonias clandestinas «para evitar que revelaran» detalles que pudieran poner en peligro a sus familias.